La crisis europea sigue siendo dura en el norte (Holanda acaba de aprobar duros recortes) y sobre todo en el castigado sur, pero Alemania está viviendo una crisis muy benigna. No está en recesión. Su paro está en mínimos de las dos últimas décadas. Apenas ha hecho reformas desde la época del socialdemócrata Schröder. Y a pesar de la crisis de deuda europea, o precisamente por ella, Berlín se ha ahorrado miles de millones en intereses. Mientras toda Europa aplica a rajatabla recortes y reformas, Merkel se ha presentado a la reelección con un programa de 30.000 millones para gasto social y apoyo a las familias, apropiándose propuestas de los Verdes (el cierre de centrales nucleares) y socialdemócratas (salario mínimo, freno a los alquileres en grandes ciudades), ha suprimido el copago y se ha resistido ?hasta ahora? a cualquier fórmula que obligue al contribuyente alemán a rascarse el bolsillo para pagar la crisis del euro. El debate electoral se ha centrado en las revelaciones sobre el espionaje de EE UU, la subida de los precios energéticos y los servicios a la infancia. Apenas nada más. Ni rastro de políticas de recorte, ni rastro del camino de espinas que provocó que otros Gobiernos cayeran, uno tras otro, desde aquella moción de censura a Topolanek en primavera de 2009.
La canciller alemana, Angela Merkel, ha defendido a Europa y a su coalición de centro-derecha ante el ascenso de opciones políticas euroescépticas que amenaza con irrumpir en el Parlamento tras las elecciones federales.
En su último discurso, la canciller ha defendido a la Unión Europea, un tema relativamente ignorado durante la campaña electoral ya que tanto el partido de Merkel, la Unión Cristiano Demócrata (CDU), como el principal partido de la oposición, el Partido Social Demócrata (SPD), comparten las mismas posturas.
«Europa es económicamente importante, cierto, pero es mucho más que eso. El próximo año reflexionaremos sobre el inicio de la Primera Guerra Mundial, hace cien años», ha señalado Merkel. «La mayoría de nosotros no hemos tenido que vivir nunca una guerra», ha añadido. «En los próximos años, tenemos que seguir trabajando para lograr el éxito de este maravilloso continente», ha afirmado entre aplausos la canciller.
La líder conservadora aprovechó para hacer un llamamiento a los indecisos, aproximadamente un tercio de los 62 millones de votantes que hay en Alemania. «Muchas personas no decidirán su voto hasta el último minuto. Ahora es el momento de llegar a cada votante indeciso y lograr su apoyo», ha declarado Merkel en un acto electoral en Berlín.
«Merkel está haciendo un gran trabajo al frente del país y se merece otro mandato», ha asegurado uno de sus seguidores, Wolfgang Swarz, de 54 años. Otra de sus seguidoras, Theresa Neubauer, ha descrito el discurso de la canciller como «lleno de pasión por Europa».
Los resultados de las elecciones alemanas de hoy no permiten presagiar apenas cambios en la política europea de Berlín en los próximos cuatro años y, particularmente, en sus recetas de consolidación fiscal y reformas para salir de la crisis.
Según las últimas proyecciones del canal público ARD, la Unión de la canciller cristianodemócrata Angela Merkel obtendría el 41,7% de los votos, no lejos de la mayoría absoluta, lo que implica un rotundo espaldarazo a sus políticas, entre ellas la europea.
No obstante, la canciller va a buscar casi con toda probabilidad -en la República Federal Alemana nunca ha habido un gobierno en minoría- un socio entre las otros tres partidos que han accedido al Bundestag (cámara baja): el Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), Los Verdes y La Izquierda.
En su último gran mitin de campaña en Berlín, Merkel subrayó los éxitos de su gestión de la crisis y garantizó el mantenimiento de su actual política: «solidaridad, sí; pero con condiciones».
La crisis todavía no se ha superado, advirtió la canciller, y es necesario que los países del euro emprendan las reformas estructurales que Alemania ya hizo durante la primera década de este siglo, principalmente incluidas en la «Agenda 2010» del excanciller Gerhard Schröder.
Así, los ciudadanos y gobiernos de países como Grecia, Portugal, Irlanda, España o Italia no pueden esperar grandes cambios en la posición alemana ante Bruselas, aunque sí, quizá, la matización de algunas políticas concretas, dependiendo de quién acabe convirtiéndose en el socio de coalición de la canciller.
Los expertos descartan, por ejemplo, que Berlín apruebe en la tercera legislatura de Merkel una nueva flexibilización de los criterios establecidos a nivel europeo para reducir el déficit público.
De igual manera, los politólogos descartan que el nuevo gobierno de la primera economía europea transija con alguno de los modelos de mutualización de la deuda pública que se han planteado en los últimos años para atajar el repunte de los intereses que los países en crisis pagan para financiarse.
«Ni eurobonos ni emisiones de deuda conjunta», recalcó ayer Merkel en su intervención final.
Asimismo se considera improbable que Merkel vire en los próximos cuatro años y abra la mano para permitir, de alguna forma, la recapitalización directa de los bancos, un asunto de especial importancia para España pues el rescate al sector financiero se ha computado como deuda y déficit del Estado.
Berlín seguirá también tras estas elecciones controlando con extrema cautela los tiempos de la unión bancaria para lograr modelarla según su criterio, como ya ha conseguido retrasar la puesta en marcha del supervisor único y limitar el número de entidades bajo escrutinio del Banco Central Europeo (BCE).
Las novedades, si finalmente se articula un gobierno de coalición con uno de los dos partidos con los que sería factible un acuerdo programático -el SPD y Los Verdes- podrían venir por dos vías: las medidas europeas sobre crecimiento y el empleo, y la política común financiera.
Así, un nuevo gobierno de coalición podría tratar de azuzar las políticas comunes para fomentar el crecimiento y el empleo, nombradas con frecuencia en Bruselas y Berlín pero sin resultados palpables hasta la fecha, aunque no es previsible un aumento notable de las contribuciones financieras alemanas.
El siguiente Ejecutivo podría además poner un nuevo énfasis para que entre en vigor el impuesto a las transacciones financieras que aprobaron once países de la eurozona o promover una regulación bancaria más estricta.
Lo que parece más probable -e inmediato- es que mañana las bolsas europeas, con el parqué de Fráncfort a la cabeza, analizarán los resultados de estas elecciones y los expertos no descartan un cierto grado de turbulencia hasta que se forme un gobierno en Berlín, que podrían afectar a las primas de riesgo de los bonos soberanos de los países periféricos de la eurozona.