La República Centroafricana es uno de los países más pobres de la tierra. Según Naciones Unidas, ocupa el puesto 180 de una lista de 187. Va a ‘la cola’ del vagón en todos los ‘rankings’. Cíclicamente, surgen noticias casi puntuales que hablan de miseria y violencia. En esta última etapa, hace poco más de un año, al producirse el golpe de Estado de la guerrilla de corte islamista, Seleka, quien escribe este artículo, descubrió junto con Centroáfrica, a Monseñor Juan José Aguirre Muñoz.
En las crónicas que el Obispo español de Bangassou, mandaba a varios medios, entre ellos este, se relataban los robos, matanzas y violaciones que de nuevo castigaban al pueblo de Centroáfrica. Entonces, apenas quedaban en el país periodistas extranjeros ó ONGs, que pudieran ejercer de testigos de la barbarie. Eran las artículos de éste misionero comboniano, las que fotografiaban una realidad a la que la comunidad internacional daba la espalda.
Aguirre lleva toda la vida escribiendo sobre la República Centroafricana. Más de treinta y cinco, desde que llegó allí. En “Solo soy la voz de mi pueblo” (Editorial PPC) recopila esas breves narraciones que aúnan fe, acción, emoción y reflexión. Poco importa la confesión religiosa (o no) del lector; al igual que África, los relatos del religioso cordobés, dejan huella.
Obuses, ráfagas de metralla y kaláshnikov, han amenazado a menudo sus días, porque siempre se ha puesto por delante. Como cuando en 1997 se enfrentó a los soldados de la MISAB (Mission Interafricaine de Surveillance des Accords de Bangui), un ejército internacional africano enviado como misión de paz, que hizo todo lo contrario, porque llenó de asesinatos las calles de Bangui, la capital del país.
Y es que la violencia actual, la de ‘Selekas’ y ‘antiBalakas’ no es más que la punta del iceberg en la historia de Centroáfrica y de Monseñor Aguirre.
Desde la independencia de esta nación, en 1960, las guerras han sido continuas. Sus riquezas naturales, como el cobalto, tienen parte de ‘culpa’. “Cuando dos elefantes se pelean, es la hierba la que más sufre”, es uno de los proverbios citados en el libro.
“Como no me encontraron a mí, ni a mi vicario, la tomaron con mi coche”, relata sobre la llegada de los Seleka. Pero antes, Bangassou ya sufría, y era por el terror que causaba el LRA (Ejército de Resistencia del Señor). Aguirre fue uno de los primeros que denunció la presencia del criminal de guerra Joseph Kony, en el territorio de su diócesis, extensa como la mitad de Andalucía.
Como atestigua, el LRA ha arrasado y destruido pueblos y vidas. Y sin embargo, algunas de sus tropas también han protagonizado un ‘final feliz’, una excepción o casi un milagro. Así lo recoge el español, cuando detalla cómo, junto con un grupo de misioneros, se consiguió que estos soldados convivieran pacíficamente durante un mes, en un pueblo, sin que nadie resultara dañado (“El milagro de los panes y los peces”) ni mediara dinero.
Son incontables e intensos retratos de un trozo del país. Desde el niño con síndrome de Down abandonado a su suerte, por ser considerado un brujo… a Zacarías, un joven musulmán Seleka, que logró salvar la vida al buscar refugio en la misión de Bangassou. O las últimas patadas de un bebé en el vientre de su madre ya fallecida, que también morirá, porque no hay asistencia médica.
El día a día de los misioneros que viven a ‘pie de tierra’ y que tienen que invertir dieciséis horas para recorrer 130 kilómetros en coche y alcanzar una localidad sumergida en la selva. Eso, cuando no se dejan literalmente la vida.
«Mirando mi pasado solo puedo decir como el poeta: «Confieso que he vivido». Han sido muchas experiencias que se acumulan en mi memoria desde aquel 1980 en que llegué a África por primera vez. Si doy rienda suelta al disco duro de mi cerebro, me descarga las más bellas. Pero yo sé que las otras, las que escuecen, las que apestan a humanidad corrompida, a sangre derramada, a la miseria de los que no son de nadie, también están ahí, formando parte del puzle de mi vida”, escribe el responsable de la diócesis de Bangassou.
Vivencias que son todo, menos baldías, porque Aguirre nunca fue un testigo neutro. Gracias a la Fundación Bangassu y a la conexión que ha promovido entre España y Centroáfrica, también se han podido realizar multitud de ‘pequeños milagros’: operaciones, orfanatos, asistencia a enfermos de sida y formación, que suavizan una parte de esos incontables sufrimientos.
A través de la Fundación Bangassou (‘http://www.fundacionbangassou.com‘) se recaudan fondos para la República Centroafricana.