Eric Smith. El joven Eric era el claro ejemplo del niño que sufre acoso escolar. Pelirrojo, gordito, lleno de pecas, con gafas gruesas y unas extrañas orejas puntiagudas, solía ser blanco de las bromas de sus compañeros. A los 13 años fue acusado de matar con crueldad a un niño de cuatro, al que golpeó con piedras y llegó a sodomizar. Al parecer, Eric tenía un trastorno explosivo inminente que le impedía controlar su ira interior. Una ira que se fue acumulando hasta estallar con el inocente pequeño.
George Stinney. Este chico de raza negra tiene en su haber el dudoso honor de haber sido la persona más joven ejecutada en Estados Unidos. Se le acusó de haber matado a dos niñas de 8 y 11 años con las que quería mantener relaciones sexuales. Stinney confesó y fue condenado a la silla eléctrica en el estado de Carolina del Sur.
Cristian Fernández. Nacido de la violación de una niña de 11 años, la vida del pequeño Cristian fue tan amarga como su trágico comienzo. A los dos años fue localizado solo y desnudo por las calles de Miami. Se había escapado del hotel donde su abuela, encargada de cuidarle, llevaba días abandonada al consumo de drogas. A los tres fue expulsado del colegio por bajarle los pantalones a un niño y simular un acto sexual. Ya con 11 años y un amplio historial de agresiones a sus espaldas, mató a golpes a su hermano de dos años en la primera ocasión en la que se quedó a solas con él.
John Venables y Robert Thompson. Estos dos gamberros habituales robaron a un pequeño de dos años en un descuido de su madre y se lo llevaron para entretenerse con él. Por el camino lo arrastraron por el suelo y lo lanzaron por el aire como si fuese un balón, propinándole patadas y puñetazos sin descanso. Luego lo pintaron de verde, le lanzaron piedras y le rompieron los dedos de las manos a pisotones. También le torturaron con una batería eléctrica y le reventaron el vientre saltando sobre él, para dejarlo después sobre la vía del tren para que fuera atropellado y aquello pareciese un accidente. El caso sobrecogió a la sociedad británica.
Mary Bell. Esta niña de aspecto frágil e inocente nació en 1957 y casi desde su nacimiento fue sometida a abusos y maltratos. A los once años, secuestró a un niño de tres años, le cortó el pene, le estranguló y le dejó grabada en el vientre la letra M de su nombre. Su madre, que le prostituía desde pequeña, no dejó de hacer negocio con su hija incluso después del asesinato, contándole a la prensa detalles escabrosos. En 1980 Mary salió de la cárcel y logró rehacer su vida, convirtiéndose, para sorpresa de muchos, en una buena esposa y madre.
La matanza de Columbine. Eric Harris y Dylan Klebold colocaron varias bombas en su instituto con la idea de ejecutar después a los alumnos que huyeran despavoridos. Las bombas no estallaron pero estos dos alumnos, ataviados con camisetas en las que se leía ‘Ira’ y ‘Selección natural’, entraron en el instituto armados con dos escopetas y una pistola semiautomática y abrieron fuego sobre sus compañeros, logrando matar a trece e hiriendo a otros 24. Después de intercambiar unas ráfagas con la policía, se quitaron la vida. La tragedia de Columbine es la más conocida de los EEUU, pero no fue la más sangrienta. En 2007, un estudiante surcoreano se llevó por delante a 32 personas en un tiroteo en Virginia mientras que en Michigan, en la masacre de Bath en 1927, se contabilizaron 45 muertos.
Barry Dale Loukaitis. El 2 de febrero de 1996, Barry apareció en la escuela secundaria Frontier ataviado como un pistolero del viejo Oeste y armado con un rifle y dos pistolas. Influido al parecer por diversas alucinaciones, el joven disparó y mató a tres personas, hiriendo a otras muchas y llegando a secuestrar a un buen número de alumnos hasta que el profesor de gimnasia logró reducirle.
Jesse Pomeroy. Nacido en 1859 en Massachusetts, a los once años le descubrieron en su escondrijo con otros siete niños como rehenes, a los que torturaba clavándoles agujas en las piernas y cortándoles con cuchillos. Tras un breve paso por el reformatorio, Jesse secuestró y mató después de torturarla a una niña de diez años y se le imputó también el asesinato de otro niño de cuatro, aunque este no pudo ser probado. Murió en la cárcel a los 72 años de edad, donde cumplía cadena perpetua.