El movimiento yihadista más radical y amenazador se ha alimentado de los intereses del régimen sirio y de la inactividad de Estados Unidos en la zona.
Las verdaderas causas de la historia se encuentran muchas veces en la intrahistoria que la rodea. Así, para poder explicar el extraordinario crecimiento de ISIS, el temible movimiento yihadista que amenaza con crear un califato propio en Siria e Irak, solamente hay que mirar atrás, y no demasiado lejos.
Rebuscando en las hemerotecas puede verse quién y cómo ha ido alimentando al monstruo desde su nacimiento en 2004.
El movimiento surgió como reacción lógica de los sunitas iraquíes, a los que el invasor norteamericano arrebató el poder ostentado entonces por Sadam Husein. En su obsesión por derrocar al sátrapa y todo lo que le rodeaba Estados Unidos desmanteló el partido Baaz y convirtió en sospechosos a todos los suníes del país. En esto llegó Al Qaeda, también integrado por suníes, que se alimentó en parte del odio generado en esa minoría religiosa.
No ha de extrañar, por tanto, que diez años después uno de los lugares donde los yihadistas de ISIS se han instalado con éxito sea Tikrit, ciudad de nacimiento de Sadam Huseín. Con ellos está, sin ir más lejos, uno de los generales del ejército iraquí que huyeron y al que nunca se dio caza. Esa localidad es ahora el principal escenario de la contraofensiva del ejército iraquí, y una victoria será tan simbólica como lo fue su caída hace un par de semanas.
Bashar al Asad liberó a miembros de ISIS
Los avatares de la guerra de Irak empujo a los yihadistas hacia la vecina Siria. Al comienzo de la guerra civil, hace más de tres años, constituían una parte minoritaria de la insurgencia, pero entre 2011 y 2012 el régimen de Al Assad liberó a muchos que estaban en prisión. Su intención era reforzar ante Occidente la idea de que los rebeldes eran peligrosos yihadistas de los que Washington no podía fiarse. Y lo consiguió.
Resulta curioso, narra el editor de Oriente Próximo del británico The Guardian, Ian Black, que el ejército sirio no bombardeara posiciones de ISIS al tiempo que estos combatían contra el Ejército Libre de Siria y otras fuerzas no yihadistas integradas en el movimiento rebelde.
La ascensión paulatina de ISIS desvirtuó la unidad de los rebeldes sirios y Estados Unidos se negó a entregarles armas letales por miedo a que cayeran en manos de unos radicales islámicos que recuerdan mucho a la Al Qaeda de los atentados del 11-S, pero en peor, como demuestran con sus acciones de extrema crueldad.
Entre unos y otros le hicieron parte del trabajo a Al Assad en Siria, y de aquellos polvos vienen los lodos de ahora. Los yihadistas amenazan con arrebatarle al dictador una parte del país y romper las fronteras más estables de Oriente Próximo desde que Francia y Gran Bretaña las establecieron durante la primera Guerra Mundial en los famosos acuerdos Sykes-Picot.
Estados Unidos no intervino en Siria por las causas mencionadas y tampoco lo hará en Irak, cuya guerra actual considera importante pero no tanto como para enviar de nuevo tropas. Y ello también ha contribuido al crecimiento de un monstruo al que ahora tendrán que destruir, sí o sí.
El recuerdo de Hamas e Israel
No es lo mismo, pero el asunto recuerda al nacimiento y desarrollo de Hamas, un movimiento islamista al que Israel “amparó” en los años 70 y primeros 80 como contrapeso a los palestinos de Al Fatah, el movimiento liderado por el gran enemigo Yaser Arafat, fundamentalmente laico.
A partir de 1987 Hamas, radicado fundamentalmente en Gaza, comenzó a atentar contra intereses israelíes. Con el tiempo se convirtió en su peor enemigo mientras que firmaban acuerdos de paz con Arafat.
Todo ello demuestra que la Historia da muchas vueltas, y lo más probable es que siga girando también en Irak. Pero el monstruo ISIS se ha hecho demasiado grande y hay peligro de que, cuando sea abatido, acabe produciendo una nueva y profunda herida en el maltrecho Oriente Próximo.