Hace dos semanas supimos que el ministro de Economía, Luis de Guindos, era el último representante español en engrosar la nómina de invitados a las reuniones del prestigioso club Bilderberg. Antes que él, otro miembro del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, ocupó su lugar, invitada el año pasado. Sabemos que otros nombres de la política y los negocios han estado presentes en sesiones pasadas con más o menos asiduidad, en una larga lista en la que aparecerían Javier Solana, Joaquín Almunia, César Alierta, Juan María Nin Génova – consejero delegado de La Caixa –, Ana Patricia Botín, José María Entrecanales o Ignacio Polanco.
Según apunta Cristina Martín, los españoles Juan Luis Cebrián y Jaime Carvajal y Urquijo pertenecen al núcleo duro de Bilderberg y de ellos depende, en buena medida, la invitación de otros miembros. “Ellos forman parte del grupo que elabora la agenda, deciden qué temas se van a tratar y tienen potestad para seleccionar a los invitados de su país”, explica.
La estructura del Club Bilderberg estaría formada por tres círculos concéntricos. El principal, el núcleo duro, estaría formado por el ‘Stering Comité’ o Comité directivo, que es al que pertenecen los dos españoles. Después estarían los miembros asiduos, algo así como la caballería o la casta noble y por último la infantería, que son los miembros prometedores invitados puntualmente.
El Club Bilderberg llega a España
En 1989, La Toja fue el escenario de la selecta reunión del Club Bilderberg y los reyes de España fueron los anfitriones del evento. Aquel año fue invitado Jordi Pujol, quizás por el papel de bisagra que podía empezar a cumplir el nacionalista, coincidiendo con el primer síntoma de debilitamiento de un Felipe González que se quedaba en 175 escaños, a uno de la mayoría absoluta, si bien el político catalán no volvió a repetir como invitado. En aquella reunión también estuvieron Miguel Boyer y Jesús de Polanco.
Fueron anfitriones del evento los reyes y el presidente Felipe González, que explicó ante los medios que era un foro muy útil y muy interesante, ya que ofrecía la posibilidad de escuchar voces muy autorizadas sobre los temas más actuales. “Sería útil para él, porque el club no deja que la prensa entre en las sesiones y cuente lo que allí se habla. Su explicación oficial es que los mensajes podrían ser desvirtuados”, dice Cristina Martín.
En enero de 1989 había caído el muro de Berlín, con lo que se daba por finalizada la guerra fría. En aquella reunión, tan sólo unos meses después de aquel acontecimiento, se habló de las nuevas relaciones entre Este y Oeste y de las nuevas perspectivas de la realidad europea. Felipe González se posicionó muy pronto a favor de la unificación alemana, una tesis que también fue defendida entonces por el Club Bilderberg.
La reina, una asidua
Tras esta primera recepción como anfitriona, la reina se convirtió en una asidua del club. En 1991, en la reunión de Baden-Baden, en Alemania, vio por primera vez a un joven político, por entonces gobernador de Arkansas, que respondía al nombre de Bill Clinton. La reina dijo en alguna ocasión que estos encuentros son “apasionantes”, pero también que allí no se decide nada.
“No se toman decisiones políticas, ni económicas, ni defensivas, son reuniones inocuas”, explicó doña Sofía por boca de la periodista que más y mejor recibe sus confidencias, Pilar Urbano, en declaraciones recogidas por Vanity Fair. Según la reina, lo que vale la pena de estas reuniones es atender a los puntos de vista de personas muy bien informadas, por la “visión rigurosa y completa que allí se dan sobre ciertos conflictos que nos afectan o nos afectarán”.
Esperanza Aguirre, Rato y Solana
Una de las primeras mujeres españolas invitadas al Club Bilderberg, ha sido la ex presidenta de la Comunidad de Madrid Esperanza Aguirre, que ha repetido hasta en tres ocasiones. La primera vez que la política española acudió al selecto club fue en 1999, un año después de Hillary Clinton.
En el caso de Esperanza Aguirre, se ha cumplido la máxima de que quien visita el Club recibe un empujón decisivo en su carrera, porque en el año 2003, después de una más que polémica votación, con dos tránsfugas y una posterior repetición de las elecciones, la ‘lideresa’ llegaba al poder ocupando el gobierno de la comunidad más importante de España, la de Madrid.
Con su habitual espontaneidad, la ex presidenta le confesó a la periodista Cristina Martín que su experiencia en las reuniones del Club Bilderbeg fue más que gratificante. “Esperanza Aguirre me dijo que le encantó asistir a las reuniones del club e incluso me dio una auténtica primicia de cómo funcionan estos encuentros al contarme que cada uno de los 120 invitados dispone de un solo minuto para exponer sus ideas, después del cual se enciende una luz roja que advierte del final del turno”, explica.
Aguirre le contó también que las comparecencias se producen por orden alfabético y que a ella le tocó hablar después de Giovani Agnelli – el magnate italiano dueño de la FIAT y de Ferrari, del club Juventus y de periódicos como ‘El diario de la Sera’ – y de un portugués muy gracioso del que dijo no recordar el nombre. “Pienso que se refería al doctor Joaquín feitas do Amaral, fundador del partido CDS de Portugal y miembro del Opus Dei.
Precisamente aquella fue la reunión de 1999, que se celebró en Lisboa entre los días 3 y 6 de junio”, afirma la periodista. Esperanza Aguirre le contó una conversación que tuvo con el portugués, a quien dijo que le conocía porque había leído su currículum, una cuestión que al portugués le divirtió mucho. “Aquella anécdota me sirvió para saber algo más de la organización de las sesiones, como es que antes de comenzar, se reparte un dossier con los currículum de todos los asistentes”, comenta Cristina Martín.
En cierto modo, es normal que Esperanza Aguirre estuviese encantada con el Club ya que en 1999, parte de su núcleo duro pretendía elevarla hasta el Palacio de la Moncloa, convirtiéndola en la primera presidenta del Gobierno español. Para la periodista Cristina Martín, los casos de Rodrigo Rato – presidente del Fondo Monetario Internacional entre 2004 y 2007 – y Javier Solana – secretario general de la OTAN entre 1995 y 1999 – son también claros ejemplos del nepotismo del club y de su facilidad para poner y quitar cargos.