Amine El Khalifi, un hombre de 29 años y de origen marroquí, se dirigía hacia el Capitolio cargado con un chaleco explosivo y con un arma automática, dispuesto a hacer volar por los aires el edificio que alberga las dos Cámaras representativas de Estados Unidos. Sin embargo, su intento fue frustrado en el último momento y las autoridades lo detuvieron. ¿Casual?
«El arresto fue la culminación de una operación larga y extensa del FBI y en ningún momento estuvo en peligro el Congreso”, aclara la portavoz de la Policía del Capitolio, Kimberly Schneider. Y es que ni la bomba ni el arma que portaba el suicida estaban cargadas. Sus cómplices no eran otros que los propios miembros de la agencia federal que seguían sus pasos, según la revista ‘Foreign Policy’.
«Este arresto es el resultado de una operación encubierta durante la cual el sospechoso estaba vigilado de cerca”, explica una portavoz de la agencia. Un miembro del FBI le había entregado previamente los explosivos desactivados y la pistola descargada en un aparcamiento. Cuando quiso salir del garaje se encontró rodeado de policías que procedieron a su detención.
El sospechoso creía en todo momento que los agentes encubiertos que lo ayudaban formaban parte de la organización terrorista Al Qaeda. Todo comenzó en enero del año pasado cuando un confidente del FBI informó de una reunión del suicida con otras personas en una residencia de Virginia. En ella, Khalifi había expresado su intención de atentar contra Estados Unidos, porque “la guerra contra el terrorismo era una guerra contra el musulmán”, según el informe del FBI.
Después de la filtración, la agencia federal puso su maquinaria en marcha y sus agentes encubiertos convencieron al suicida de que le ayudarían, ya que Khalifi no estaba conectado con ninguna organización terrorista y actuaba sólo, según el FBI. Una operación que contaba con el apoyo de las autoridades políticas.
El presidente Barack Obama había sido informado el día antes sobre el plan del FBI, según un portavoz de la Casa Blanca, así como los principales líderes del Congreso. El detenido ha sido acusado de «intento de utilizar un arma de destrucción masiva contra la propiedad de Estados Unidos» y se arriesga a una condena de cadena perpetua. El fiscal federal Neil MacBride que lleva el caso asegura que Khalifi «creía que trabajaba con Al Qaeda y había planeado él mismo el proyecto, los blancos y los métodos”.
Así, el FBI le habría facilitado todo lo necesario para cumplir sus delirios terroristas. Una táctica que la agencia ya ha utilizado en varias ocasiones.
Las operaciones encubiertas del FBI, una táctica habitual de la agencia
La historia de Khalifi recuerda a la de Rezwan Ferdaus, detenido en septiembre de 2011 por organizar un complot para atacar el Capitolio y el Pentágono con aviones a control remoto. También en esta ocasión, Ferdaus se comunicaba con agentes del FBI que se hacían pasar por miembros de la banda terrorista.
O al caso de Ahmed Farooque, que pensaba que iba a estallar el sistema metropolitano de Washington en 2010 o de Mohamed Osman Mohamud, que quería explotar el árbol de Navidad en la ceremonia de encendido de Portland. Detrás de todos ellos se encontraban los agentes encubiertos del FBI que llevaban meses suministrando a los sospechosos falsos recursos, al igual que en este caso, antes de descubrir la trampa.