«Mientras estamos llegando a la mitad del año, el reino del Golfo ha alcanzado unas cifras sin precedentes. Este alarmante aumento de las ejecuciones supera incluso los terribles registros del año pasado», ha denunciado a través de un comunicado el subdirector para Oriente Próximo y el Norte de África de Amnistía Internacional, Said Bumeduha.
Casi la mitad de los ejecutados en lo que va de año han sido acusados por delitos relacionados con las drogas. En la última ejecución, que ha tenido en lugar este jueves en la capital, Riad, la víctima ha sido un hombre paquistaní al que se le achacaban estos cargos. El método más popular en el país del Golfo es la decapitación en plazas públicas, aunque en el sur también se realizan fusilamientos a pelotones.
Según Amnistía, la mayoría de los juzgados son condenados sobre las bases de «confesiones obtenidas bajo coacción» y sin un representante legal. Para algunos delitos el Tribunal Supremo saudí ha comunicado recientemente a los jueces que pueden condenar a alguien a muerte «en base a la sospecha».
«El compromiso firme de las autoridades de Arabia Saudí a esta brutal forma de castigo es absolutamente horrible si tenemos en cuenta los profundos fallos en el sistema de justicia», ha agregado Bumeduha. «El uso de la pena de muerte es cruel e inhumano en cualquier caso, pero es incluso más escandaloso cuando está basada en un juicio que es en sí mismo una burla de la justicia», ha sentenciado.
Además el número de manifestantes chiíes condenados a muerte en los dos últimos años no ha dejado de crecer. A este respecto, el reino alega que estas sentencias «son un elemento de disuasión de la delincuencia».
El reino se encuentra entre los cinco países del mundo que dicta más condenas a muerte, según los grupos de Derechos Humanos. De acuerdo con los últimos informes de Amnistía Internacional, en 2014 ocupaba el tercer puesto, solo por detrás de China e Irán.