Antes de »Sexo en Nueva York», pocas personas sabían qué eran unos »manolos», que una persona adulta podía salir a la calle con un tutú de ballet y que llevar tu nombre en un colgante ya no era cosa exclusiva de quinceañeras.
La serie más influyente de la historia de la HBO – con el permiso de »Juego de tronos» y »Los Soprano»- cambió por completo el concepto de la mujer en televisión. Dibujó cuatro tipos de mujeres con estilos muy distintos pero con una cosa en común: su pasión por la moda.
Una cualidad que materializó la directora de vestuario de la ficción, Patricia Field, al describir a cada personaje a través su ropa. Y realizó un buen trabajo porque, si los guiones lograron que las espectadoras de la serie se identificaran con Carrie, Charlotte, Samantha o Miranda, ella consiguió que, además, copiaran su forma de vestir.
Si echamos la vista 15 años atrás, comprobamos que »Sexo en Nueva York» puso de moda las hombreras, el estilo masculino, las prendas superpuestas, las transparencias y los vestidos estilo »fifties» mucho antes de que estas tendencias llegaran a la calle.
Conscientes de cómo, gracias a la moda, una serie puede permanecer en la memoria colectiva -y seguir generando ingresos- años después de que esta deje de emitirse, los ejecutivos de la televisión estadounidense no han dejado de buscar sucedáneos que contengan la fórmula mágica: amigas, moda y la ciudad de Nueva York.
»Gossip girl» fue su más digna heredera en términos fashionistas. Mucho más que la propia precuela de »Sexo en Nueva York», »El diario de Carrie». No es casualidad que el vestuario de ambas producciones estuviera a cargo de Eric Daman, pupilo y asistente de Patricia Field.
La moda a través de los personajes
Carrie, Charlotte, Miranda y Samantha son los cuatro arquetipos de mujeres del siglo XXI. Muy distintas entre sí, su personalidad se plasma en la ropa que ha llevado cada personaje durante seis temporadas.
Carrie es, sin duda, la más »fashion victim» del grupo. Se atreve con mezclas imposibles y accesorios que nadie llevaría si no es porque antes los ha llevado ella. Incluso, trató de devolver a nuestras vidas la riñonera.
Su estilo es ecléctico, arriesgado y provocativo. Cuando todo el mundo trataba de disimular la ropa interior bajo un vestido, ella se negaba en rotundo y lucía prendas íntimas de colores vivos y encajes con transparencias. Su colección de »manolos» y prendas vintage de firma son el objeto de deseo de todas las mujeres del mundo.
Samantha no le va a la zaga si hablamos de provocación en la forma de vestir. Sin embargo, la más desinhibida del grupo destaca más por su pasión por los trajes de colores chillones. Rara vez hemos visto a Samantha de negro si no es porque lleva un vestido »killer» con escotazo en la espalda y joyas hasta marearse.
Ella metió las blusas y chaquetas con hombreras y los maxicollares en la máquina del tiempo para que volviéramos a ellas 20 años después. Las gafas de sol XL y los pendientes de pedrería son su marca de la casa.
Miranda es el ejemplo claro de madre trabajadora todoterreno. Es la que menos atención presta a su look y busca la comodidad ante todo. Camisetas, jeans, vestidos de algodón y trajes de chaqueta componen su fondo de armario.
Sin embargo, cuando se presenta una noche de chicas, la más discreta del grupo logra destacar con vestidos elegantes de colores neutros y accesorios en su justa medida.
Charlotte es la niña bien de la serie, una Betty Draper (»Mad men») del siglo XXI. Su estilo es clásico rozando lo ñoño y abusa de los jerseys de punto, las perlas y los vestidos de flores.
Por la noche, Charlotte es fan de las lentejuelas, los vestidos largos y los tonos más oscuros. Se deja las perlas en casa para lucir los brillantes de la familia y procura estar siempre impecable.