Karla Olvera (Pachuca, México, 1981) ha presentado en la Feria del Libro de Guadalajara »La música en un tranvía checo y otros ensayos», una inteligente aproximación a los diarios de Kafka, Pessoa y Virginia Woolf. Publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentr, con »La música en un tranvía checo», Karla Olvera ha obtenido en su país el prestigioso Premio Nacional de Ensayo Joven 2011. Teinteresa ha entrevistado a la joven promesa de la literatura hispana.
P.- ¿Aceptaría Ud. la expresión de Levi-Strauss de que uno crece por dentro leyendo con cuidado libros escritos con cuidado, como desde luego parece que es el suyo?
R.- Desconocía esta afirmación de Levi-Strauss, pero no puedo más que asentir y encontrarme en esas líneas. Me parece que leer con cuidado un libro escrito con cuidado obedece a una especie de ‘equilibrio poético’. En su calidad de libros delicados—aquellos escritos con cuidado— imponen instintivamente una lectura agradecida y meticulosa, pues uno quiere gozarles hasta la última palabra. Naturalmente uno crece al asimilar esas lecturas. No sé si Levi-Strauss también supo, como Giulia Alberico, sobre la timidez de los libros que han sido escritos con cuidado: “Nunca los he prestado. Me gustaba poseerlos. Los libros son tímidos, pensaba, quieren estar sólo con quien los ha elegido, no les gustan las manos extrañas”. Desde que lo supe hace unos días, he comenzado una campaña para recuperar los pocos libros que he prestado.
P.- ¿Aceptaría que existe en su caso una voluntad de andar en los márgenes de la crítica, de la literatura autobiográfica incluso, de hacer aquello que nos reprochaban en el colegio, y que sin embargo es esencial para un creador, de tomar el texto como pretexto?
R.- Respecto a los márgenes: claro, soy una gran admiradora de la hibridación de los géneros. Muchos de los libros que me gustan (presentados bajo la forma de novelas, ensayos, relatos o poemas) se han alejado del canon. Pienso en Vila-Matas, Queneau, Pitol y Michaux, por ejemplo. Ahora, sobre tomar el texto como pretexto, en este libro las entradas en los diarios de los escritores que elegí funcionan como fuentes detonadoras, pues aunque las conexiones que hago bien podrían parecer a veces una suerte de semiosis delirante, siempre vuelven a su origen: la entrada de diario.
P.- ¿Aceptaría que alguien le dijera que entre los autores que trata (Kafka, Pessoa y Virginia Woolf) existe un lazo muy especial y muy distinto con cada uno de ellos, y que de alguna manera se intuye una proximidad absoluta con el escriba de Praga?
R.- Sin duda los ensayos que más disfruté escribir son los tres relacionados con entradas de Kafka, cuyo diario es mi favorito de los tres. Sólo quisiera aclarar que hablo en términos de diarios íntimos, pues si tomara en cuenta el conjunto de su obra sí que me costaría trabajo elegir una afinidad preponderante entre estos tres magníficos escritores. Al primero que leí fue a Pessoa (y compañía), luego a Kafka y poco tiempo después, a Woolf.
El Comentario
Difícil entrarle a bote pronto a este breve pero enjundioso ensayo que aúna en sus páginas tanto de bueno. Recuerdo la frase de Eliot sobre que la crítica (la lectura estudiosa) de literatura era la actividad más exigente para la mente civilizada y aquella otra de Jacques Rivière que decía haber sentido las mayores emociones de su vida al contemplar, leyendo, una mente que razona y que hila esas perlas reencontradas. Pensaba en exigencia y en emociones al leer el ensayo de Karla Olvera. Pensaba en su rigor matemático (not so far d´Oulipo): su afición dantesca al tres y a sus múltiplos, los nueve capítulos dedicados, de tres en tres, a los diarios de Kafka, Pessoa y Virginia Woolf, née Stephens. Y su afición no menos acusada a la elipsis que se cierra como un círculo sobre un punto ya establecido previamente. En su capacidad insólita para establecer sutiles relaciones entre lo pequeño y lo grande, lo abierto y lo cerrado, en el dibujo de un microcosmos en un macrocosmos. Parte de un frase, casi casi se puede decir que cualquiera podría servir con tal de aparecer encontrada como un objeto de sorpresa, y se extiende y la amplifica, la unta sobre la superficie de la página, nuestra piel que la absorbe con una dulzura solar. ¿De qué habla pues esta autora? De todo, de nada, de la vida entre páginas, de la vida de los libros y de las personas. Un bello ejercicio de libertad.