Educadas en un ambiente donde la investigación y la ciencia son el pan de cada día, raro sería que las hermanas Samantha y Michelle Marquez, de Virginia (EEUU), se hubieran alejado de ellas. Viene de familia ya que son hijas de un químico y una ingeniera química, y desde niñas siempre se las ha alentado a preguntar por todo aquello que les despertaba la curiosidad.
Un proyecto escolar fue lo que elevó a la fama en el mundo de la investigación a la mayor de estas dos hermanas, Samantha de 18 años. En primero de secundaria se aventuró a crear unos ‘celoidosomas’, que se catalogaron como unas estructuras tridimensionales a partir de células vivientes que actúan como contenedor de otras partículas, según destaca la CNN.
Esta joven apuesta porque estas estructuras parecidas a cápsulas podrían utilizarse para la reparación de órganos del cuerpo como por ejemplo el hígado o el páncreas o como una forma innovadora en la que ingerir medicamentos, aunque no descarta otros tipos de aplicaciones.
“Me gusta pensar que los celoidosomas realmente son solo una pequeña piedra en la arena de la playa, un grano de arena muy pequeño que va a ser el movimiento hacia el diseño de la medicina”, aseguraba en declaraciones a CNN.
Michelle, de 15 años, trabaja con la música y el cerebro
La pequeña de esta familia de “genios” prefirió encaminar sus investigaciones a cosas que no se pueden tocar: la música y las emociones.
A través de sus estudios descubrió que sonidos complejos y caóticos despertaban la parte del cerebro asociada a las emociones negativas mientras que los sonidos menos complejos movían los hilos de las emociones positivas.
Las dos jóvenes han sido reconocidas en la prestigiosa Feria Internacional de Ciencia e Ingeniería Intel (Intel ISEF por sus siglas en inglés) y la rivalidad apenas existe entre ambas.
«Creo que ha sido realmente grandioso ver a Michelle florecer en la mujer joven, la joven científica que es”, dice Samantha. “Creo que crea su propio camino”.