Robbie Williams recuerda ahora, que juega al fútbol y disfruta de una vida burguesa junto con su mujer. El día 14 volverá a Dublin para tocar en un concierto caritativo en el O2 Arena para destinar sus ganancias a Univef y ChildLine. Mucho le ha cambiado la vida desde que hace unos años asustara a la industria musical por su afición a los ovnis y su encierro en casa, recordando a Eminem y esa depresión que le hizo comer bollos y poco más.
El cantante, que tiene 38 años, estaba quemado después de hacer grabado discos y tocando y promocionando desde los 16 años. Acabó tan quemado, según sus propias confesiones, que acabó harto de todo y fascinado por los ovnis. Pronto se dio cuenta de que eso de ser tachado de loco no era una buena campaña de marketing y que su carrera se podía ir por el desague después de muchos esfuerzos por ser una estrella. Y paró. Volvió a coger el micro y se aficionó a algo más común para las estrellas: la ropa.
Y ahora, a la espera de que su esposa, loa actriz Ayda Field (porque también ha sentado la cabeza) vaya a darle un hijo en breve, el chico malo es capaz incluso de posar con sus ex amigos de Take That. Robbie se dedica ahora a jugar al fútbol, cantar y posar con su mujer lo más romántico posible. Robbie Williams ha llegado a reconocer en twitter que lloró viendo las ecografías de su niña y que ya tiene echado el ojo a una guardería. Lo mismo es capaz de hacerla en el jardín de su casa, el mismo en el que se casó en una boda a la que solo fueron 50 personas. Por cierto, en el sí quiero el cantante estuvo a punto de llorar. Lo dicho, un romántico.