Tras la muerte de Emilio, Adriana se instaló en la casa que tenían en los Ángeles. Fueron seis meses de muchos altibajos, de mucho duelo. Pasó mucho tiempo reflexionando y aprendiendo a conocerse. Hasta que llegó el momento en el que supo que debía regresar a la vida real, según informa en exclusiva a la revista »Hola».
Entonces, se le ocurrió poner en marcha un proyecto que uniera sus dos pasiones: submarinismo y televisión. Así, llegó a Madrid con su idea debajo del brazo y mucha ilusión de soltar amarras. Esto llegó a oídos de Juan Villalonga, que entonces era presidente de Telefónica, accionista de Antena 3 y uno de los socios fundadores de Vía Digital, y estaba muy interesado en todo lo que tuviera que ver con la televisión.
Enseguida se dio una conexión especial entre ellos. De manera natural, surgió una sólida amistad. Después de aquellas reuniones de trabajo en Madrid, Adriana siguió adelante con su vida, sin saber si volvería a verlo y sin plantearse que entre ellos pudiera surgir algo más que una bonita amistad. Pero entonces, algunas semanas más tarde, Juan fue a buscarla a Miami. Había abandonado su casa y le propuso algo muy sencillo: «Vamos a conocernos».
En muy poco tiempo, las cosas se precipitaron. La pareja empezó a viajar junta, a dejarse ver en público, sin planificar el futuro, solo viviendo el presente. Adriana recuerda la etapa de los primeros años de su matrimonio con mucho cariño, tal y como cuenta a la citada revista.
Se convirtió en una madre perfeccionista, volcada en el cuidado de sus hijos. Aunque su vida era buena, poco a poco empezó a echar en falta a la Adriana que había dejado «aparcada» mientras que se convertía en mamá.
Por su parte, Juan continuaba muy centrado en sus negocios, viajando mucho. Cada vez tenían menos intereses comunes. Sus vidas estaban tomando rumbos distintos. La separación fue muy dolorosa, pero puede decir con mucho orgullo que, a día de hoy, sigue siendo uno de sus grandes amigos.