La comunidad española en el país ha recibido la noticia con malestar y escepticismo también, porque, afirman, no responde a lo que piensan los suizos. Laura Pinto, una periodista madrileña que lleva año y medio en el país, se declara decepcionada. Ella no esperaba que la votación diese luz verde al proyecto. “En Zurich se nota una especial desilusión. Es una ciudad internacional que ha votado que no. Pero el sí ha ganado en los pueblos donde apenas hay inmigrantes”, afirma. Laura ve en la medida una estrategia de propaganda que “se ha tragado solo la gente que no tiene contacto con los inmigrantes”. Con un permiso de trabajo de cinco años, teme que la obligue a abandonar el país. Cree que “siempre contarán con un suizo antes que con alguien de fuera”.
“Van a limitar bastante la entrada. Al que no tenga trabajo le harán la vida dificil”, opina Miguel Rodríguez, recogiendo el sentir de Laura. Él es suizo de segunda generación, pero responde con un castellano perfecto. Tampoco cree que la propuesta represente el día a día de los suizos “Este tipo de iniciativa me recuerda a otras que ya hubo en los setenta. Siempre que se votó, se rechazó, por eso nos parece algo raro que ocurra esto ahora”. También habla de la capacidad del partido para sacar adelante iniciativas como esta “tiene muchos medios, dinero y llega a cierta población. Cada dos por tres necesitan lanzar algo que reavive el patriotismo, explotar el miedo a lo extranjero. Y mantener la idea de la isla suiza en medio de Europa”. Miguel sí reconoce ciertas hostilidades, pero sobre todo con los franceses o alemanes que cada día cruzan la frontera para trabajar en el país. “ Consiguen salarios suizos viviendo en el entranjero. Y eso en las zonas fronterizas ha rechazado bastante rechazo”. Pero no es cierto, matiza, que la inmigración sea una amenaza para el mercado laboral suizo “dicen que vienen a quitar el trabajo y no es verdad. Aquí el paro es testimonial. Hay tantos puestos libres como desempleados”
“La mano de obra hace falta siempre”, sentencia el orensano Javier González. Su vinoteca, El Ruedo, es punto de encuentro de los españoles que van llegando al país. Él lo hizo hace 35 años, y la noticia le afecta, sobre todo, por sus jóvenes clientes. “Muchos han venido en los últimos años”, dice, escapando de la crisis en España. Ante ellos no existe rechazo, sí hacia los que llegan de Africa o Rumanía, percibe.
“Hay que saber un detalle”, matiza José, un fotógrafo español en Suiza “Los políticos y empresarios están en contra. No es algo unánime. Hay mucha gente en contra”. A él se han dirigido muchos españoles en busqueda de trabajo, “y cada vez se ven más coches con matricula de España aquí”. El sí cree que Suiza tiene cosas que perder con la medida. “Europa lo ha recibido como una bofetada”, concluye.
Para Daniel Ordás, un reconocido abogado y activista político de origen asturiano, en cambio, las consecuencias “no van a ser tan dramáticas como lo pintan ahora. Lo único que se ha decidido es que Suiza quiere recuperar la autonomía sobre la libre circulación de personas”. Ordás sí percibe una “incomodidad general. En los setenta y ochenta eran poco cualificados, pero ahora viene gente muy preparada. Aunque no se trata de racismo”. Y lo tiene claro“ si esta votación se hubiera hecho en España en los años 90 hubiese salido lo mismo”.