La »Serenísima República» de San Marino cuenta con unos 30.000 habitantes, 61 km² de extensión, un castillo precioso, una cárcel y un recluso.
La única prisión del pequeño Estado se encuentra en el interior de un convento de los Capuchinos, en la vía Paolo III, en pleno centro de la capital y a escasos 400 metros de la Embajada de la República de San Marino. Sus únicos empleados son dos gendarmes y el personal de la enfermería.
El actual inquilino es un joven de 30 años que fue detenido por un caso de violencia familiar, el pasado enero. Deberá cumplir un año de cautiverio. Su mayor padecimiento será la soledad, pues no hay ningún otro interno. Durante su estancia en la Carcere dei Cappuccini, sólo mantendrá contacto con sus guardianes, su abogado y las visitas.
Para que el aislamiento no resulte tan cruel, estas instalaciones penitenciarias cuentan con patio, biblioteca, gimnasio y televisión. Además, las comidas se las traen recién hechas de un restaurante cercano. A causa del buen trato que reciben los prisioneros, los italianos han bautizado a la prisión como »Seychelles».
En 2010, la Prisión de los Capuchinos albergó a 7 prisioneros, durante un total de 83 días. En 2009, los 14 detenidos sumaron un total de 743 días de internamiento. En 2008, la cifra fue de 13 internos durante un plazo total de 939 días.
Las condiciones de esta prisión contrastan con las condiciones de las cárceles italianas, donde los problemas de hacinamiento, violencia o sanidad están a la orden del día. Las diferencias en la aplicación de la justicia no se limitan al estado de las penitenciarías. Por ejemplo, en San Marino no se contempla la aplicación de cadena perpetua, y un mismo delito conlleva una menor pena que en Italia.
A este respecto, Stefano Palmucci, funcionario de la Secretaría de Estado de Justicia, explica que en San Marino tienen «un sistema de penas alternativas al encarcelamiento mucho más grande que el italiano. Hay un consejo de ayuda que considera opciones para cada individuo que es declarado culpable, y que incluye ir a entrevistas de trabajo con psicólogos controlados».