La proyección de composición de este nuevo Parlamento anticipa que los tres grandes grupos políticos, tradicionalmente omnipoderosos en la Eurocámara-socialistas, populares y liberales-perderán representación desde el 72 por ciento hasta el 65 por ciento del total de eurodiputados. Los grandes beneficiarios serán los partidos euroescépticos, que, según el informe, lograrán hasta el 29 por ciento de los escaños.
La preocupación por la irrupción de este segmento en la Cámara no es nueva, pero el apoyo que alcanzarían esta vez sería superior al alcanzado en otras ocasiones. Si estas estimaciones se cumplen, podríamos pasar de unos actuales 154 escaños ocupados por diputados críticos con la Unión, a 220.
Los euroescépticos incluyen a un amplio espectro de tendencias políticas, algunas que poco tienen que ver entre sí. Partidos radicales, ultras, xenófobos o, simplemente, críticos con las políticas europeas actuales, defensores de una salida de la Unión, eurófobos en definitiva.
Lo que recoge este sondeo no es nuevo en el sentir de los europeos. Los últimos Eurobarómetros indican una tendencia al aumento de la crítica con Europa. La mayoría de los ciudadanos, más del 50 por ciento, cree que su voto no sirve para nada en la Unión Europea, y la confianza en las instituciones de la Unión se ha desplomado desde el 68 por ciento, en 2007, a apenas el 40 por ciento el año pasado. Alemanes y franceses rechazarían ahora la implantación del euro y la integración, según varios sondeos. Uno de 2012, recoge que el 64 por ciento de los encuestados por el diario Le Figaro diría “no” al Tratado de Maastricht, origen de la Unión, y que en 1992 fue respaldado por el 51 por ciento de franceses.
En nuestro país, las cifras son de récord. Un 70 por ciento de los ciudadanos dicen no creer en la Unión, frente al 24 por ciento de hace seis años. Es el país de la Unión Europea donde más ha bajado la buena imagen de las instituciones comunitarias.
Las elecciones de 2009 demostraron ya que el interés de los ciudadanos con las instituciones europeas estaba bajo mínimos e iba por otros derroteros (apenas un 43 por ciento acudió a las urnas) y supusieron además la irrupción en el arco parlamentario de un nuevo grupo político: Europa de la Libertad y la Democracia (EFD), 32 diputados de distintos partidos y Estados marcados por su escepticismo con Europa (el Partido de la Independencia de Reino Unido, La Liga Norte italiana, los denominados Verdaderos Finlandeses, los ultranacionalistas del Concentración Popular Ortodoxa, y el Partido Popular Danés).
Desde hace años, Bruselas ve con temor el avance de partidos como los griegos Amanecer Dorado, el italiano Movimiento 5 Estrellas o el Partido Pirata de Suecia.
La fuerza que están adquiriendo estas tendencias en Europa aprovechan el descontento de la población por las políticas hasta ahora practicadas. Sus electores expresan así su voto de castigo a la gestión de la crisis económica, las políticas de ajuste o la sensación de que Europa poco hace por ellos.
“Tiene que ver con la pérdida de soberanía y con el hecho de pensar que las decisiones de cada país no las defiende nadie en Europa” sostiene el politólogo Julio Embid, “los ciudadanos hemos llegado a pensar, para qué voto. Y eso lleva al escepticismo”.
“El euroescepticismo es realmente el titular de estas elecciones”, opina Ángel Rivero, profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, “el viejo discurso de Europa como tierra del bienestar, que la Unión Europea utilizaba hasta ahora para legitimarse ha quedado en entredicho por la crisis. Y la misma idea de Europa se ha resentido”
Este experto ve positiva la fragmentación del Parlamento que anuncian estas elecciones: “esa visibilidad de los partidos extremos no es negativa. Presentan alternativas y hacen más visible lo que tenemos. Los electores están descontentos por la gestión de la crisis que han hecho los partidos de gobierno”. Aunque sí subraya que el auge de los partidos minoritarios será momentáneo. “Se benefician de una alta abstención, y por tanto, sus resultados electorales se sobredimensionan. Cuando la situación vuelva a la normalidad y también los resultados de participación, volverán a reducir su influencia”
Y Embid añade: “sube sobre todo en los países con euro, en aquellos que mantienen su moneda propia apenas aumenta”
“Lo fundamental”, sostiene José Ignacio Torreblanca, profesor de Ciencia Política en la UNED, es que “hay una desafección generalizada con la política en toda Europa y con la Unión Europea también. Y los euroescépticos son muy hábiles a la hora de conectar con la gente, los europeístas no. Hacen un discurso simplista y sitúan a Europa como problema”.
Lo importante, para Torreblanca, “no es el hecho de que ganen unos u otros. Es cómo va a ser el poder combinado de las fuerzas centristas capaces de hacerles frente”
Los recientes titulares son sintomáticos de esta ola de desconfianza. El Partido Alternativa por Alemania, por ejemplo, que propone la salida del euro de los países “económicamente más débiles”, se quedó en septiembre a solo tres décimas de entrar en el Bundestag, la Cámara baja del Parlamento alemán. Los recientes sondeos realizados en el país le dan un 6 por ciento de votos para las europeas, lo que le daría acceso a la Cámara. Esta formación propuso el año pasado que nuestro país abandonase la moneda única.
En la misma línea de la polémica se mueve el Partido de la Independencia del Reino Unido (UKIP), una formación de corte populista, soberanista, y marcadamente crítica con Europa, convertida desde hace tiempo en fenómeno político en Gran Bretaña. Su líder, Nigel Farage, antiguo banquero metido en política desde hace más de veinte años y con fama de excesivo, no escatima en provocaciones. Avanza que su intención es ganar las próximas elecciones en Europa y “crear un terremoto en la política británica”. Los sondeos, como el realizado por The Guardian, le dan en Europa hasta un 20 por ciento de apoyos. Laboristas, con un 35 por ciento, y tories, con apenas 25, lo miran de reojo. El partido tenía hasta hace poco a simpatizantes neonazis del Partido Nacional Británico en sus filas, propone una “inmigración controlada”, y sostiene que haber permitido la entrada de España en el euro fue un “error desde el principio”
La extrema derecha, con grupo propio
El auge de una corriente de extrema derecha en Europa ha traído numerosos debates y desencuentros. Pero en cifras, según el sondeo de PoolWatch, estas fuerzas podrían acceder a la Cámara. Un grupo compuesto por el Frente Nacional Francés de Le Pen, el partido holandés para la Libertad de Geert Wilder, el ultranacionalista Partido de la Libertad de Austria, el flamenco Vlaams Belang, los demócratas de Suecia y la Liga Norte de Italia, que abarcarían 38 escaños.
En su contra juegan las limitaciones que el Parlamento impone: asegurarse el apoyo de siete Estados miembros. De momento, son seis.
Ya el pasado noviembre, los principales líderes de la extrema derecha de Francia y Holanda, Marine Le Pen y Geert Wilders, anunciaron su intención de formar un frente común tras las europeas para “devolver la soberanía” a sus países. “Queremos liberarnos del monstruo de Europa”, dijo entonces el cabeza del Partido holandés para la Libertad (PVV), aunque poniendo distancias con los comentarios antisemitas del padre de la francesa. “Estoy hablando con el partido que lidera su hija”, matizaba Wilders.
Ese abanico de posiciones que manifiesta la extrema derecha europea será también el gran obstáculo para su entendimiento, según los expertos. “No pueden pedir medidas contra la inmigración para ciudadanos de países del Este, por ejemplo, y al mismo tiempo pretender conseguir el apoyo de la extrema derecha húngara”, sostiene Julio Embid. Y eso es lo que lo diferencia de los bloques mayoritarios “son grupos muy estables desde hace más de treinta años y así es fácil tener un proyecto común. Pero es complicado que la extrema derecha de la Europa Occidental y de la Europa Oriental puedan llegar a entenderse”
El profesor Torreblanca añade: “hay que tener en cuenta que la extrema-derecha es muy variada, en algunos sitios con partidos filonazis de tendencia radical, con Amanecer Dorado en grecia, con partidos radicales en Bulgaria, mientras que en Francia está más modernizada”. Y eso dificulta los acuerdos.