Dicen que durante el verano no hay noticias y que los periodistas nos vemos obligados a estirar temas de dudoso alcance. Lo cierto es que tal y como vienen dadas, sólo la información económica bastaría para llenar un diario. La prima de riesgo, ese »ente» tan desconocido hace unos años, no ha dejado de ponernos los nervios de punta con sus constantes aproximaciones a los 500 puntos, que en ocasiones ha rebasado sin contemplaciones. La tercera parte de la reforma financiera, que tratará por fin de pinchar la burbuja del ladrillo a través del conocido como banco malo, ha llenado numerosos titulares, al igual que la inevitable subida del IVA. Inevitable, decimos, por la cantidad de veces que ha sido negada.
A falta de pan, a los españoles nos queda el circo, que en su versión moderna vienen a ser los eventos deportivos. Verano de Olimpiadas, los Juegos de Londres nos han permitido ver a leyendas como Usain Bolt y Michael Phelps, sin olvidarnos de una nueva edición del Dream Team americano, con unos Kobe Bryant, Lebrone James y Kevin Durant, que fueron tratados de tú a tú por nuestros Gasol, Navarro y Rudy. Sólo el último cuarto nos privó del anhelado Oro, pero el combinado español sumó una valiosa plata y dejó nuestro medallero en 17.
El punto negro del verano han sido los continuos incendios forestales, precedidos ya por algunos desastres preveraniegos como el de las Fragas del Eume. Más de 150.000 hectáreas han sido devoradas por el fuego, en la mayoría de los casos provocados, lo que hace pensar que no sólo se trata de dotar de más dinero a los equipos de prevención de incendios.
El panorama político ha sido acaparado por el etarra no arrepentido Iosu Uribetxebarria Bolinaga, que inició una huelga de hambre que luego abandonó por precaución, pero que ha logrado su objetivo y salvo sorpresa, pasará sus últimos días con los suyos, una medida de gracia que no le concedió a sus víctimas.
Más terribles aún han sido las novedades en los casos de Breivik y los niños de Córdoba. Al pistolero de Oslo le han caído 21 años que pasará en una prisión en la que ya querrían vivir algunos mileuristas y acató la sentencia con una mueca repugnante que según contaron los medios, era una sonrisa. Sobre el caso de Ruth y José, las últimas pruebas parecen indicar que Bretón se deshizo de los cadáveres de sus hijos quemándolos en un horno casero fabricado en su propia finca. El informe policial que afirmaba con rotundidad que los huesos eran de roedores ha sido rectificado por otros dos que aseguran que son de los niños.
En el plano pintoresco, el fundador de Wikileaks, Julian Assange, escapó de su casa de Londres, donde estaba bajo arresto domiciliario, para refugiarse en la embajada de Ecuador, que le ha concedido el asilo político. Reino Unido amenazó con asaltar el recinto pero tras la furia inicial, que seguramente vino por la rabia de su descuido, la cosa parece haberse calmado. Assange todavía está en la embajada y la cosa puede ir para largo.
En versión castiza, nuestro defensor de las injusticias parece ser José Manuel Sánchez Gordillo, que le ha dado por llenar los carritos de los supermercados y marcharse sin pasar por caja, lo que según él, no es más que una performance o un acto simbólico para recordar que en España hay gente que en pleno siglo XXI pasa hambre. La cosa, sin ser plausible, tenía su coherencia, pero al alcalde de Marinaleda le dio después por asaltar fincas y decir que la pobreza en Andalucía es culpa de los terratenientes.
Como ven, en España no hay tiempo para aburrirse. Ni siquiera en verano.