El drama sigue en Cabo de Peñas. José Luis López Martínez, marinero del «Santa Ana» hasta su jubilación, hace ahora un año, fue uno de los cientos de personas que acudieron a dar el último adiós al cocinero Manuel Indalecio Mayo, uno de los pescadores muertos en el naufragio del pesquero junto al Cabo Peñas. El pueblo de Muros y las poblaciones del entorno se volcaron ayer para acompañar a los familiares de Mayo, pero también a las de los marinos que siguen desaparecidos en el Cantábrico. Entre los asistentes al funeral, Manuel Simal, el hasta ahora único superviviente. También el armador José Balayo expresó su dolor a los afectados por la tragedia.
«Es terrible el dolor de las familias», señaló López en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA. El gallego reconoció que cuando escuchó la noticia pensó que bien podría haber sido él. «Son cuestiones de la vida», añadió con resignación. El marino ya jubilado trabajó, codo con codo, con todos los pescadores implicados por el accidente. Fueron sus compañeros, sus amigos, sus vecinos. Porque incluso los dos indonesios, Wasito y Suherman, residían en Muros.
El coruñés piensa que los marinos desaparecidos están atrapados en el interior del barco. «Hice ese recorrido un montón de veces con ellos. Salíamos a la mar, nos acostábamos, íbamos durmiendo. La rutina es así. La verdad es que no tengo ni idea de lo que pudo pasar. Si trazaron mal la ruta… Algo raro hay, que se sale de lo normal, porque es una ruta que se hizo muchísimas veces, con mal tiempo y de todas formas, y nunca pasó nada«. José Luis López ya tuvo la ocasión de estrechar la mano de Manuel Simal, a quien encontró «nervioso». «Creo que aún no se lo cree», afirmó.
Por último, el pescador aseguró que es muy duro para las familias seguir esperando para conocer lo ocurrido con el resto de marinos. «Por lo menos que los traigan. A ver si mañana (por hoy) pueden hacer algo. Y si no el calvario durará unos días más».
Manuel Indalecio Mayo recibió sepultura en el cementerio de Abelleira, en la localidad de Muros, tras una multitudinaria ceremonia religiosa. El oficio estuvo dirigido por el párroco, Alfonso Mera, quien tuvo palabras de ánimo para los presentes: «Cuando la muerte llega de forma violenta, todos nos sentimos afectados». Los fieles recibieron también un mensaje de pésame del arzobispo de Santiago, Julián Barrio.
El sepelio se retrasó un día para que pudiera estar presente el hijo pequeño de Mayo, que trabaja en Perú. El cocinero estaba casado y tenía dos hijos. Muros se siente con ellos más huérfano desde el desgraciado accidente.