La lluvia y las bajas temperaturas han impedido a los salmantinos disfrutar del tradicional Lunes de Aguas en zonas verdes de la capital y de sus alrededores para comer el tradicional hornazo, un producto típico a modo de empanada rellena de chorizo, lomo, jamón y, en ocasiones, huevo cocido.
Las previsiones de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) lo habían anunciado y así el jolgorio y el ambiente de preparativos que suelen darse en la ciudad han sido prácticamente inexistentes.
Las bajas temperaturas han tenido la culpa y en la mayoría de los casos todo el mundo tenían un plan alternativo bajo cubierto para poder degustar el hornazo porque la costumbre es lo que perdura.
Para mejor ocasión han quedado parajes como la ribera del Tormes en los entornos del Puente Romano, Valcuevo, Elio Antonio de Nebrija, Huerta Otea y don Juan Tenorio, el arroyo del Zurguén o la zona de La Aldehuela abarrotados en otras ediciones por innumerables pandillas de jóvenes e incluso por personas de más edad.
A pesar de ello, el hornazo ha sido el producto más vendido durante los últimos días tanto en panaderías como en supermercados y tiendas de chacinas porque cualquier lugar y excusa son buenos para degustarlo.
Harina de trigo, aceite, leche, huevos, sal y levadura para la masa, y chorizo, lomo adobado, jamón y huevo cocido en ocasiones para el relleno lo convierten en un manjar capaz de competir en las mejores mesas.
De hecho, existe la Marca de Garantía Hornazo de Salamanca, amparada por la Junta de Castilla y León, que tiene por objeto proteger la identidad del hornazo tradicional, su proceso de elaboración y sus ingredientes con un reglamento frente a otros productos.
Los regulados por esta ‘etiqueta’ tienen un peso mínimo de 500 gramos y un máximo de tres kilos, aunque pueden ser mayores si el cliente así lo demanda.
No obstante, de lo que se trata es de mantener viva la costumbre de salir al campo a comer el hornazo el lunes siguiente que va después del Domingo de Resurrección.
Los orígenes de esta fiesta pagana, cuyas raíces se encuentran en el siglo XVI, pertenecen a una historia de privación y desenfreno al mismo tiempo, de obediencia piadosa y derroche lujurioso.
Cuenta la tradición que el Lunes de Aguas se empezó a celebrar después de que el rey Felipe II dictara, en 1570, una orden por la que se establecía que «en días de fiesta, cuaresma, cuatro témporas y vigilias, no estén las dichas mujeres ganando».
Durante la Cuaresma, las prostitutas de Salamanca cruzaban el río Tormes, hacia Tejares, donde eran recluidas hasta el lunes de la octava de Pascua, ocho días después de concluida la Semana Santa.
Su regreso a la ciudad se hacía con una barca, engalanadas con ramas y los salmantinos se agolpaban a las orillas para recibirlas.
Hoy, años después, la muchedumbre ya no busca a las prostitutas, sino que anhelan una tarde de amigos y una estancia para disfrutar.
No obstante y a pesar de las adversas previsiones meteorológicas, el Ayuntamiento había desplegado un dispositivo especial de tráfico y de seguridad, así como de vigilancia y control con el refuerzo de las unidades caninas, además de un servicio especial de autobuses urbanos.