El drama de la inmigración se enfría en cifras incapaces de reflejar vidas e historias de los que un día decidieron arriesgarlo todo soñando un mundo mejor. En lo que llevamos de mes, diez bebés han fallecido tratando de alcanzarlo. Siete, el pasado 5 de diciembre, al caer al mar desde la patera con la que trataban de alcanzar las costas españolas de Cabo de Gata- hubo otros 16 adultos desaparecidos. Otros tres, ayer, en la costa marroquí del Estrecho, en una embarcación en la que viajaban treinta personas, de las que 21 pudieron ser rescatados con vida.
Esta madrugada, dos pateras con 40 inmigrantes, todos en buen estado de salud, han sido interceptadas cuando trataban de llegar a España a través de las costas de Almería y Granada.
Aunque los datos inclinen a pensar en que estamos ante un período de mayor tránsito, desde la Asociación Pro-derechos humanos de Andalucía (APDHA), una de las más destacadas en la defensa de los derechos de las personas inmigrantes, enmarcan estas llegadas en la normalidad. “De hecho, son algo noticioso por la escasez de llegadas de este tipo de embarcaciones que venimos registrando en los últimos años”, sostiene Carlos Arce, coordinador del área de inmigración de la asociación, “el hecho de que haya fallecidos hace saltar la alarma y puede parecer que estamos ante un cambio de tendencia, pero las cifras demuestran que no es así”.
Aunque es cierto que esta época del año no suele ser la más habitual para el tránsito por vía marítima, por razones climáticas, en las travesías pesan más otros factores, como el sistema de vigilancia marítima de Marruecos. “Puede que hayan encontrado un agujero en el dispositivo de vigilancia de las fuerzas marroquíes en un momento dado”, sostiene Arce, “aunque las llegadas de estos días, las atribuyo más bien al azar”.
Los sobornos de las mafias que trafican con irregulares a agentes de la policía marroquí de fronteras para que hagan la vista gorda son práctica habitual.
También, que el dispositivo se relaje según a Marruecos le interese o no presionar al Gobierno español en sus relaciones diplomáticas, sostienen las ONG. “Y eso incentiva una serie de prácticas mafiosas que son el caldo de cultivo perfecto para la corrupción, sobornos o connivencias con las fuerzas de seguridad”, razona Arce.
Aunque, en términos generales, los sistemas de control fronterizo han movido a los inmigrantes hacia rutas cada vez más peligrosas. “Nunca se sabrá cuántos mueren. Muchas veces ni nos enteramos de los fallecidos, pero hay muchas personas que pierden la vida en caminos menos visibles para escapar de estos controles”.
Así lo confirman también los datos de la agencia europea de control de fronteras Frontex, que dibujan cómo las rutas de la inmigración han ido variando en los últimos años. Por la denominada “ruta del Mediterráneo occidental”, que comprende los accesos a través de las costas españolas y las fronteras terrestres de Ceuta y Melilla, se registró entre enero y octubre la entrada de 6.200 personas. La agencia explica que la ruta costera es la opción más corta para los inmigrantes que salen de Senegal y Mauritania, pero también es utilizada por los procedentes de Nigeria o Costa de Marfil, que evitan así cruzar el desierto del Sahara. Una travesía que en muchos casos es letal.
Los datos registrados este año por Frontex se mantienen en la tendencia de los últimos años. Salvo un pico en 2011, cuando se contabilizaron 8.450 entradas, la media de entradas se sitúa en los 6.500 irregulares anuales. La agencia registra también 190 entradas a través de Canarias.
De acuerdo al informe anual de la APDHA, el más completo de los que se elaboran en nuestro país, 7.550 personas lograron atravesar la frontera sur de España el año pasado, un 7»39% más que en 2012.
De ellas, un 45,25 por ciento lo hicieron en pateras o neumáticas tipo zodiac, un 27,04 por ciento en balsas hinchables, un 15,75 por ciento mediante el salto de valla, un 8,16 por ciento por coche, camiones o como polizones y por los pasos habilitados, y un 2,53 por ciento a nado. Según las cifras de APDHA, la entrada por pateras o zodiac descendió el año pasado 24 puntos respecto a 2012.
La ruta de Italia y Malta, dominada por las mafias libias
Las cifras, no obstante, quedan lejos de las llegadas del año 2005, cuando 39.180 personas accedieron a nuestro país, y es mínima si se compara con los 104.000 entradas que Frontex estimó se produjeron en toda Europa el año pasado. España, según la agencia, fue entonces la cuarta ruta de entrada, lejos de las de Italia, Grecia o Bulgaria.
De entre las vías de entrada que establece esta agencia, sin duda, es la del Mediterráneo central la que con diferencia destaca sobre las demás. Según sus cálculos, en lo que llevamos de año, 153.000 inmigrantes han pisado tierras de Italia y Malta a través de la esta ruta. En este caso, señala, Libia se convierte en la mayoría de los casos en punto de encuentro para los inmigrantes procedentes de distintas regiones de África.
“Esta ruta es la más peligrosa”, explica Arce, “porque supone atravesar un país como Libia que está en una situación de auténtico estado fallido, con milicias armadas en conflicto abierto y donde existen múltiples grupos milicianos mafiosos que tienen, entre sus fuentes de financiación, la dekl tráfico de personas”.
Grupos de contrabandistas que ofrecen a los inmigrantes viejas embarcaciones y barcos de pesca no aptos para navegar, a menudo sin combustible suficiente para llegar a Europa, y en los que viajan hacinados y con un permanente peligro de naufragio.
“Las personas que mueren entre Marruecos y España son más visibles, pero no se sabe las que lo hacen en Libia”, alerta Arce. Las estadísticas reflejan un salto exponencial en la afluencia por esta vía en los últimos años. En 2010 fueron apenas 4.500, y el año pasado, 40.000. A falta de cifras cerradas, los datos en lo que llevamos de año cuadriplican el anterior.
El incremento de llegadas, desde 2011, se atribuye sobre todo a las revueltas de la “primavera árabe”, que provocaron un tránsito masivo. “Eran inmigrantes principalmente económicos cuya intención era llegar a Francia en busca de oportunidades de trabajo”, señalan en Frontex. Las cifras se vieron reducidas a finales de ese año por el acuerdo de repatriaciones aceleradas firmado entre Italia y Túnez.
La mayoría de los africanos subsaharianos que llegaban a Sicilia y Malta habían sido expulsados por la fuerza por el régimen de Gadafi y su propósito era solicitar asilo en Italia. La caída del régimen libio, en agosto de 2011, provocó un retroceso en las llegadas, que se ha invertido en cambio en los últimos años. Hoy, Libia es un auténtico coladero manejado por las mafias del tráfico de personas y esta ruta concentra la mayor parte de los irregulares que entran en Europa.
“Iba escondido en la parte baja de una embarcación, me alimenté una semana a base de zumo y galletas»
Según un extenso reportaje publicado por The Guardian el pasado octubre, las mafias ofrecen sus viajes a una vida mejor a cambio del pago de hasta 10.000 dólares (8.000 euros). Parte de un negocio, el del tráfico de personas, que mueve anualmente hasta 4.000 millones de euros, y que lleva a los inmigrantes a un futuro incierto.
“Crucé el desierto a pie. Estuve cuatro días en Jartum, dos meses en Libia, otros dos en la isla de Lampedusa. En Roma, me escape, y gracias a Dios nadie me retuvo. Llegé a Frankfurt en tren, luego a Estocolmo en autobús, donde solicité asilo”, contaba a este periódico Abraham Russom, un inmigrante llegado de Eritrea. “Era evidente que el régimen estaba empujándome a escapar. En quince días, dos de mis hermanos fueron capturados”, explica Bahjat Imam, un refugiado sirio de Alepo. Se calcula que unos 200.000 eritreos han dejado el país en la última década, más de un 3% de su población.
557 días antes de llegar a Europa, Jimi Petros partió de su pueblo natal, en el desierto de Eritrea, de donde salió sin equipaje. “Iba con otro compañero”, cuenta, “seguimos un sendero en la oscuridad y el guía nos ordenó que no hablásemos ni que tampoco encendiésemos nuestros teléfonos. La luz podría alertar a los agentes y nos arriesgábamos a ir a la cárcel”.
Días después, llegaron a Jartum. Allí, pasó un año trabajando como barrendero, para reunir el dinero suficiente para retomar su viaje hacia el norte. Pagó hasta 4.000 euros a cinco traficantes.
La dureza se asoma también en cada una de las palabras de Bahjat Murad, un inmigrante procedente de Alepo. Él entregó casi 5.000 euros a un “guía” para que lo sacase de su país, aún sin destino claro. “Iba escondido en la parte baja de una embarcación, y me alimenté una semana a base de zumo y galletas. No sabía a dónde íbamos, hasta que un chico turco se me acercó una noche y me dijo: Libia”.
Los traficantes ofrecen dos tipos de servicios: para los clientes más ricos, la mayoría sirios, la opción es llegar a Francia a bordo de una Zodiac. Un viaje aparentemente más seguro que por las costas italianas, ya que se evita la vigilancia de las patrullas marítimas. Su coste ronda los 4.000 euros.
“El tráfico de seres humanos es un servicio muy solicitado”, afirmaba a The Guardian desde el anonimato un contrabandista en Zuwara (Libia). Los guardacostas libios creen que los contrabandistas podrían llegar a transportar hasta cuatro veces más de personas si tuviesen más embarcaciones.
En la mayoría de los casos, ellos no van en ese barco. Se lo entregan a los inmigrantes para evitar ser capturados por los barcos italianos que patrullan en el Mediterráneo. “Les dejan directamente las llaves”, afirma al periódico el comandante de los servicios de rescate Ben Suleiman, “Y ellos se lanza al mar sin tener ninguna formación”.
El hambre y la guerra, principales causas de «huída»
Algunos expertos en migraciones apuntan también al efecto impulsor que ha podido tener el sistema de vigilancia y salvamento Mare Nostrum, establecido por Italia tras la tragedia de Lampedusa en octubre de 2013 en la que murieron cerca de 300 personas. El programa concluyó su misión a principios de noviembre y, según cálculos de Amnistía Internacional, desde entonces ha salvado la vida a más de 155.000 personas. En un controvertido debate, algunos opinan que la existencia de este programa ha podido incentivar las salidas y que los inmigrantes asuman el riesgo de lanzarse al mar. No obstante, nadie discute el imperativo de intentar salvarlos. Según ACNUR, solo en 2014 han muerto 3.300 personas intentando cruzar entre entre Sicilia y el Norte de África.
Menor impacto en el cómputo general de entradas en Europa tienen otras rutas, como la del “Mediterráneo oriental”, que suma 43.200 accesos en lo que va de año. Es la vía empleada por los irregulares que cruzan desde Turquía a través de Grecia, el sur de Bulgaría o Chipre y también está movida por las redes del contrabando. Frontex atribuye las entradas a la liberalización de la política de visados de Turquía hacia muchos países africanos, que creó un “factor de atracción para los irregulares que pueden llegar a Turquía en avión con visados de fácil obtención”. Después, estos- en su mayoría de origen afgano y somalí- continúan trayecto a EEUU a través de Grecia y Bulgaria.
Esta ruta vivió su auge especialmente en los años 2008 y 2009, con inmigrantes procedentes en su mayoría de Irak y Afganistán. El flujo migratorio cayó abruptamente en agosto de 2012 debido, entre otros, al despliegue de la policía griega en las fronteras y la reducción de los plazos para las repatriaciones, que obligaba a devolver a los irregulares a sus países de origen en siete días. El tránsito aumentó de forma exponencial el año pasado, sobre todo de refugiados sirios.
Por su parte, por la ruta de los Balcanes han accedido, en lo que llevamos de año, 17.000 personas, especialmente sirios y somalíes víctimas de mafias que los trasladan a las fronteras de Serbia.
Las estadísticas confirman que el hambre y la guerra son los principales factores que llevan a los inmigrantes a arriesgarse incluso a morir en alta mar.