El papa Francisco dirigió hoy un discurso en el Colegio Seminario de Trujillo de Perú a 1.000 religiosos y religiosas y les pidió que no se olviden de reír.
En su segunda jornada de visita a Perú, Francisco mantuvo ese encuentro con los religiosos, en el que intercaló la alocución preparada con algunos consejos sobre cómo deben ser los hombres y mujeres de la Iglesia con bromas y anécdotas.
El pontífice les explicó la importancia de reír porque «da pena ver a una monja marchita y mucha más pena un seminarista marchito».
«¡Nos hace bien saber que no somos el Mesías!. Nos libra de creernos demasiado importantes, demasiado ocupados. Es típica en algunas regiones escuchar: ‘No, a esa parroquia no vayas porque el padre siempre está muy ocupado'», afirmó.
Recomendó a los religiosos «aprender a reirse de uno mismo» porque » da la capacidad espiritual de estar delante del Señor con los propios límites, errores y pecados, pero también aciertos».
«¡Hermanos, rían en comunidad y no de la comunidad o de los otros! Cuidémonos de esa gente tan pero tan importante que, en la vida, se ha olvidado de sonreír».
Y entonces bromeó y les dijo que había «dos pastillas» para volver a reír: la primera «la oración y pedir la gracia de que volviese la alegría» y la «segunda mirarse al espejo».
«¿Este soy yo?», dijo Francisco arrancando la risa de los presentes y asegurando que esto no era «narcisismo» sino que «el espejo era la cura».
Otro de los consejos de Francisco fue «acompañar y estimular el encuentro con el Señor. No se vuelvan profesionales de lo sagrado olvidándose de su pueblo, de donde los sacó el Señor».
Y agregó que la solución es salir «a ensuciarse las manos (a la calle) porque allí encontrará el amor de Dios».
También advirtió de «la fragmentación o el aislamiento» que se da también en la Iglesia y les dijo: «Hermanos, las divisiones, guerras, aislamientos los vivimos también dentro de nuestras comunidades ¡y cuánto mal nos hacen!»
«Jesús nos envía a ser portadores de comunión, de unidad, pero tantas veces parece que lo hacemos desunidos y, lo que es peor, muchas veces poniéndonos zancadillas», lamentó.
A aquellos que deben ocupar misiones en el servicio de la autoridad les pidió: «no se vuelvan autorreferenciales; traten de cuidar a sus hermanos, procuren que estén bien; porque el bien se contagia».
«No caigamos en la trampa de una autoridad que se vuelva autoritarismo por olvidarse que, ante todo, es una misión de servicio», aseveró y bromeó «en el ejercito hay muchos sargentos no hace falta que se metan en nuestras comunidades».
Francisco se despidió de los religiosos peruanos pidiendo que sean más «alegres y agradecidos para ser servidores de unidad en medio de nuestro pueblo».