La dirección del PSOE, con su secretario general a la cabeza, ha tenido que emplearse a fondo para aplacar la firme decisión de su federación navarra de ir de la mano de Bildu en una moción de censura contra la presidenta foral, Yolanda Barcina. Alfredo Pérez Rubalcaba está lejos de disfrutar de un liderazgo consolidado y esa es la causa de que día sí y día también le estalle una crisis interna en algún punto de la geografía española. Esta vez tocó Navarra, donde otro secretario general más que discutido, Roberto Jiménez, decidió capitalizar el desgaste de UPN por las acusaciones de corrupción vertidas por la exdirectora de Hacienda.
Jiménez no midió los tiempos, o quizá confió demasiado en sus técnicas de persuasión, pero lo cierto es que la operación con la que pretendía alcanzar el poder ha terminado abortada y dejándole contra las cuerdas. Toda la Ejecutiva socialista y prácticamente todos los líderes territoriales y el resto de dirigentes apoyan a Rubalcaba en esto, pues el hecho de provocar un adelanto electoral en la comunidad foral -de resultado más que incierto, además- no compensaba nada el tremendo deterioro en las posibilidades del PSOE en las europeas que les hubiera supuesto votar con Bildu una iniciativa de estas características.
Nunca hubo opción de sacar adelante la moción, y así le fue reiterado insistentemente al PSN, que pese a todo huyó hacia adelante, reunió a la oposición parlamentaria y pregonó a los cuatro vientos que echarían a UPN del Gobierno. Ferraz tuvo que sacar un comunicado para dejar pública constancia del veto y Jiménez tuvo que envainársela y convencer a los suyos de que acataran la orden. De lo contrario, se exponían a ser destituidos.
Rubalcaba ha vencido este pulso pero se trataba de una batalla entre desiguales donde él tenía la sartén por el mango. El hecho de haber tardado casi un mes en aplacar a los socialistas navarros y de que estos se sintieran en posición de rebatir las decisiones de la dirección ya da muestras de la debilidad del cántabro. Las luchas intestinas a gran escala permanecen soterradas solo por la proximidad de las elecciones europeas. Elena Valenciano ha conseguido que todo el partido respalde como un solo hombre su candidatura. Y es que un buen resultado el 25-M no solo le daría aire al secretario general y a su equipo, también dejaría al futuro candidato a la Moncloa en mejores condiciones de disputar los comicios generales de 2015.