Los alumnos de China o India acuden a centros nocturnos, no para aprobar, sino para subir nota. En Corea del Sur, solo el 5% de los mejores expedientes académicos logra impartir la enseñanza. El sistema educativo japonés pone énfasis en la actividad en grupo, la disciplina, la cooperación y el cumplimiento de las normas. Y en Singapur las escuelas de oficio son la “joya de la corona”. Son algunas características de la enseñanza en países asiáticos que despuntan en las evaluaciones de PISA, ganando puestos a Occidente, a potencias económicas como EEUU, Reino Unido o Francia.
Los sistemas educativos 10 en PISA combinan la apuesta por la inversión pública, como Corea del Sur, con la cultura de la competencia y la excelencia académica, con evaluaciones externas, la exigencia en la formación del profesorado y la autonomía de los centros educativos.
1. Evaluaciones externas y autonomía de centros
Las evaluaciones externas sirven para conocer el funcionamiento de los centros, las prácticas docentes, detectar a tiempo problemas en el aprendizaje y es una forma de rendir cuentas. También, una manera de obtener un título para seguir avanzando en el sistema educativo. Es el caso de Japón, donde los alumnos tienen que someterse a varios exámenes para acceder a los institutos y a las universidades. En cambio, en Corea del Sur las evaluaciones son más orientativas y tienen poca influencia en la toma de decisiones.
En EEUU se han establecido en estas pruebas fuertes lazos entre la financiación de los centros y los resultados de la evaluación, lo que puede ser negativo si se magnifican las conclusiones de estas pruebas y no se tienen en cuenta las características sociológicas o demográficas de un territorio.
La autonomía de los centros se constata en el ámbito universitario, donde los centros utilizan la actividad investigadora para financiarse y para atraer capital humano. China ha firmado más de 1.000 acuerdos con centros extranjeros y el gobierno permite que 170 universidades extranjeras otorguen títulos.
2. La cultura del esfuerzo y la exigencia
Los alumnos de China que van a la academia después de las clases no lo hacen para aprobar una asignatura, sino para mejorar sus notas y poder aspirar a entrar en una mejor escuela secundaria o universidad. El periodista y escritor Andrés Oppenheimer, que visitó algunos de estos centros en sus viajes por China, India y Singapur para elaborar el libro ‘¡Basta ya de historias!’, constató que los alumnos chinos pueden dedicar 12 horas al día en estudiar y recibir clases.
No obstante, la revista The Economist criticó del modelo surcoreano que fuera rígido de cara, regulado por exámenes. Según esta publicación, los estudiantes deben dedicar un tiempo extraordinario al trabajo», mientras que el modelo finlandés es «mucho más relajado y flexible».
3. La excelencia y el prestigio del profesorado
En Singapur pueden optar a una carrera docente el 30% de los universitarios, que son el colectivo con los mejores expedientes académicos. Además, una vez que logran una plaza, el puesto no es de por vida, sino que deben someterse a exámenes y controles periódicos. Además, los docentes reciben en sus primeros años la tutela de colegas experimentados y cuentan con 100 horas de formación.
4. La FP, la joya de la corona
En Singapur, donde los niños de Primaria hacen excursiones y dan clases en el exterior para conocer otras culturas, solo el 30% de esos estudiantes acaban en la universidad. La gran mayoría cursan formación profesional o aprenden un oficio en una escuela vocacional. El 40% de los alumnos van a centros técnico y uno de cada cuatro a las escuelas de oficio, de prestigio, porque que se recibe formación completa en unas instalaciones modernas. La diferencia entre la mentalidad en este país y la de países occidentales, como España, es que la formación profesional se considera también un éxito educativo.
En los institutos técnicos, donde estudia el 40% del alumnado, se preparan «graduados para la industria». Estos centros ofrecen carreras de dos años, pero la mayoría de los alumnos estudian un tercero para hacer prácticas en empresas remuneradas. Se entrenan antes de saltar al mundo laboral.
Es tan distinta la concepción sobre estos centros con respecto a España, que estos politécnicos son centros de prestigio y están generando patentes comerciales, que reportan ingresos para entrenar a profesores y a estudiantes en la innovación.
5. Una dura competencia
El gaokao es el examen de acceso a la universidad en China. Se trata de una prueba que paraliza el país y que tiene tal importancia que suspender puede significar una deshonra para el alumno y su familia. Los jóvenes chinos se preparan para este examen desde muy pequeños, y sufren una gran presión de un sistema educativo competitivo y que apuesta por la meritocracia. Sus padres tienen depositadas todas sus esperanzas en su único hijo, por lo que esperan que no falle.
Durante los días de los exámenes, las oficinas abren más tarde de lo normal para no entorpecer el tráfico y las ambulancias intentan que no se oigan sus sirenas cerca de las aulas.
‘Gurús’ de la enseñanza reconocen positivamente el culto al estudio en China, pero advierten de que esta cultura debe tener un límite. Muchos estudiantes viven situaciones de estrés y ansiedad que pueden ser muy peligrosas, hasta el punto de llevarles al suicidio.
6. La cultura de la educación en la sangre
Las familias de China o India no dudan en invertir todo su dinero en la educación de sus hijos. En Corea del Sur, los hogares dedican el 30% de sus ingresos en clases y profesores de refuerzo. La gente vende sus ranchos y propiedades para que sus hijos tengan una educación diez. «Muchos padres ahorran toda su vida para que sus hijos puedan estudiar el mejor inglés posible. A veces, los mandan al extranjero unos años», según cuenta el embajador de Chile en Corea del Sur, Adolfo Carafí, en el libro ‘Basta ya de historias’.
Los padres visitan como media ocho veces al año el colegio de sus hijos y participan de forma voluntaria en actividades, como por ejemplo, ordenar el tránsito en los accesos o colaborar en la gestión de la biblioteca.
Otro ejemplo es Singapur, un país de 4,6 millones de habitantes que ha pasado en cuatro décadas de ser una economía agrícola a un motor financiero y de innovación. Los billetes en este país llevan como palabra impresa “educación”. El reconocimiento social de la educación se puede ver en los centros comerciales, que incorporan bibliotecas, o la gran cantidad de tutorías privadas, donde los padres llevan a sus hijos para reforzar contenidos.