En 1986, dos psicólogos sociales, Samuel L. Gaertner y John F. Dovidio, acuñaron el término «racismo aversivo» para definir el racismo de quienes no se consideran racistas. Esta fue la primera revelación de lo que ahora se conoce como micro-racismo, un término que se ha popularizado en nuestros días entre quienes lo sufren, quienes lo practican, quienes además son conscientes de ello, y quienes sin pudor directamente, niegan su existencia.
Para hacer frente a esta lacra nació EsRacismo, una web de denuncia del racismo cotidiano y la violencia racista que vive la población migrante y racializada. Youssef Ouled , su presidente, tiene claro que es necesario visibilizar lo que considera “la realidad del país en el que vivimos”. “A otros medios no les interesa contarlo porque consideran que no tiene importancia o no la suficiente para atraer a sus lectores”, denuncia Ouled.
La clave del micro-racismo está en la sutileza. Se trata de pequeños gestos cotidianos que perpetúan silenciosamente la violencia racial y que es tan corrosiva como cualquier agresión.
“Como dice el doctor y pensador antirracista Frantz Fanon: una sociedad es racista o no lo es, no hay grados de racismo. Lo que si hay es una sutileza en su reproducción”, aclara Youssef Ouled. “Hay formas de racismo social que van desde la pregunta de si eres realmente español, a que te recuerden lo bien que hablas o que por la calle te agredan por llevar hiyab”. Todas ellas se retroalimentan y se hacen fuertes en una España racista, sin edulcorantes.
EsRacismo es un espacio de pensamiento antirracista donde se entrevista a personas que dedican su tiempo a entender qué es el racismo y cómo condiciona sus vidas. La voz la tiene quien lo sufre y se hacen públicos testimonios de una discriminación para algunos desconocida y para otros cotidiana, “animamos a las personas a contactarnos y participar”. Se trata de poner la atención sobre estas actitudes y cobrar visibilidad.
La absurda idea de España como un país “acogedor”
La etiqueta de “país racista” es tradicionalmente incómoda para los españoles, que por lo general definen España como un país históricamente receptor, hospitalario y acogedor de culturas y razas. “No creo que al pueblo gitano, que lleva cinco siglos siendo perseguido, encerrado en guetos, criminalizado y aplastado por la bota de la tutela institucional le parezca España un país «acogedor«, destaca Ouled.
Las conductas racistas se reproducen desde que el país se funda sobre la expulsión de musulmanes y judíos y esta idea se recupera en nuestros días en otras formas: “la idea del Otro exterminable por enemigo hoy se utilliza contra nosotros, los moros/musulmanes. Se emplea, por ejemplo, para culpabilizar de la situación socioeconómica actual porque da votos. Esto se traduce en una mayor permisividad del racismo”
Inferiorizar sus argumentos, restar importancia y relativizar para anular la crítica
Todo esto son prácticas comunes que alimentan conductas racistas discretas pero dañinas. De la misma forma que para algunos la incidencia feminista “saca punta” a diversas situaciones, la víctimas de racismo “encuentran ataques” donde no los hay.
Así ocurrió con la polémica campaña de hym donde un niño negro vestía una sudadera en la que podía leerse: “el rey de la jungla”. Algunos quisieron hacer ver que el racismo estaba en quienes encontraban una asociación perversa entre la imagen y el mensaje.
Ouled recuerda que “en lugar de debatir sobre las implicaciones racistas que tiene esta asociación y los intereses propios de una multinacional que seguramente opera en países terceros, el discurso se centró en si eso del racismo es una paranoia de quienes lo viven en su piel. Parece que todo vale, menos revisarse”, sentencia.
Una lacra silenciosa también para algunas víctimas
Incluso aquellos que se consideran antirracistas, abrazan en ocasiones de manera inconsciente actitudes que lo son: “no basta con rechazar el racismo, hay que combatirlo en todas sus manifestaciones, y estas son muchas. Por su puesto algunas son inconscientes. Se trata de un sistema que se construye sobre el privilegio de unas personas en contra de otras”, señala Ouled, que es testigo y víctima a la vez de la normalilzación de los micro-racismos: “que te pregunten si realmente eres español, el paternalismo, la negación de acceso a lugares de ocio, o que a tu hermana la humillen en una entrevista por llevar hiyab. Basta con darse una vuelta por el barrio de Lavapiés, para ver cómo se para e identifica a hermanos negros”, denuncia.
Negar la existencia estas actitudes y creerse la excepción forma parte del problema: “Precisamente la negación de las subjetividades y conocimientos de la población que ha sufrido el racismo histórico es parte de ese racismo”.
De la misma forma que algunas mujeres no son conscientes de lo que se denomina «micro machismos» o tienen una idea equivocada de lo que es el feminismo, el ruido mediático, la desinformación hace mella sobre las víctimas de micro-racismos, el objetivo de concienciación también recae sobre ellos.
Además, cabe poner el foco sobre los micro-racismos y el paternalismo entre las propias víctimas de racismo: “igual que algunas mujeres reproducen consignas machistas, existe el endoracismo”, asegura Youssef Ouled.
El propio Oued reconoce haber evolucionado en su percepción del racismo y sus vivencias cotidianas: “leyendo a Fanon y a otros teóricos antirracistas he ido rememorando situaciones de racismo diario desde que tengo uso de razón, fruto de la falta de concienciación en ese momento”.
A pesar de todo, España cambia. Hoy la tasa de escolarización en algunas zonas se queda en un 50% inmigrantes y 50% españoles, el cambio de mentalidad es necesario e imparable. Ahora toca revisarse, reconocer nuestros privilegios, liberarse de eufemismos y escuchar sin condescendencia : “El antirracismo ha venido para quedarse”.