Bruselas establece que la medición oficial del paro en España debe hacerse a través de la Encuesta de Población Activa del INE, cuya metodología es similar a la que utilizan el resto de países europeos.
Según los últimos datos de esta encuesta, España tendría 5.977.500 personas desempleadas y una tasa de paro sobre la población activa, aquella en edad de trabajar que, además, está dispuesta a hacerlo, del 26,26%.
Pero no todos comparten estas cifras. La EPA es un indicador controvertido, que, aunque impecable técnicamente, es cuestionado desde diversos ámbitos -especialmente, desde el de la empresa- como referente fiable de la situación del mercado laboral español.
Por ejemplo, para el Consejo Empresarial para la Competitividad, el laboratorio de ideas creado por las principales empresas españolas para mejorar la imagen del país en el exterior, la tasa de paro teórica de la economía española sería del 11,6%, y no de más del 26%, si se eliminaran determinadas distorsiones que afectan a la muestra y que empeoran la imagen del mercado laboral español respecto al de otros países.
¿A qué clase de distorsiones se refieren? Principalmente, al incremento desmesurado que ha experimentado la población activa durante la última década como consecuencia del efecto llamada generado por el boominmobiliario, algo que no ha ocurrido en el resto de Europa.
Los datos son reveladores. Desde el año 2001 la fuerza laboral residente en España se ha incrementado en 5,5 millones de personas, una cifra comparable al aumento que ha experimentado la población activa en Italia, Francia y Alemania…juntas.
La reflexión que defiende el Consejo es la siguiente. Si la poblacion activa hubiera evolucionado según los estándares del resto de Europa, hoy la tasa de paro española sería significativamente más baja y la sensación de alarma que crea en inversores y organismos internacionales estaría muy atenuada.
La explicación de ese desfase se encuentra, además, en la afluencia masiva de inmigrantes al país al calor de la demanda de mano de obra asociada a la burbuja inmobiliaria, lo que el informe denomina «excedente de población activa».
Es decir, las estadísticas de paro en España estarían contaminadas por el impacto de una distorsión temporal causada por un fenómeno puntual (la burbuja inmobiliaria), sin el cual España tendría tres millones de desempleados menos: 2.640.500, frente a los 5.977.500 actuales.
Más parecidos a Europa de lo que dicen las estadísticas
Lo que defiende el informe del Consejo Empresarial para la Competitividad es que, más allá de esta distorsión, el mercado laboral español es, contra lo que se pueda pensar, muy similar a los del resto de grandes países de Europa.
Por ejemplo, en su capacidad de generar puesto de trabajo.
Los datos revelan que, a día de hoy, una vez purgados los excesos delboom de ladrillo en España el saldo neto de creación de empleo desde el año 2001 es muy parecido al del resto de grandes países de Europa.
España ha creado en este periodo 1,8 millones de puestos de trabajo, frente a los 2,3 generados en Alemania, los dos millones de Italia y por encima de los 1,3 millones de empleos creados por Francia.
Si ponemos estas cifras en términos relativos, es decir, en relación al tamaño del mercado laboral, nos encontramos con que en España el empleo ha crecido un 1% de media, frente al 0,6% de los otros tres países.
La mano de obra española soporta también la comparación con la de los grandes países de Europa cuando lo que se mide es su aportación al valor añadido de la economía. Cada trabajador español aporta 27.900 euros al PIB nacional, perfectamente en línea con los 28.000 euros de media que aportan los empleados alemanes, italianos y franceses.
Pero con una ventaja competitiva: después de los ajustes salariales realizados durante la crisis, el coste para una empresa de contratar un trabajador español es hasta un 30% más barato.