Diana Quer no quería salir de su casa aquella noche. Según ha dicho su madre, prefería ver una película con ella y con su hermana pequeña. Tal vez, y digo tal vez porque la historia de la joven desaparecido está repleta de términos dubitativos, la joven quería hacer las paces con ellas porque hacía unos días habían tenido una fuerte discusión que terminó con la madre y la hija menor en el hospital pidiendo ansiolíticos de malas maneras, como han narrado testigos que estaban en el centro médico. Pero, recibió la llamada de una amiga sobre las 10, le decía que saliese, que eran las fiestas de A Pobra do Caramiñal, su lugar de veraneo desde hacía años. Diana se puso unos pantalones cortos rosas, una camiseta de tirantes blanca y unas zapatillas negras. La madre cogió el coche y la bajo al centro del municipio gallego.
Allí se encontró con su grupo de amigos, que dicen que se lo estaba pasando muy bien, como siempre. Que no notaron nada raro. “Feliz y tranquila”. Y, entre un baile y otro, flirteó con algún chico. Sus amistades han negado que bebiese alcohol o tomase drogas esa noche. Estaba en la verbena, con sus colegas y ganas de disfrutar al máximo de la noche.
La madre ya tenía pensado irse a la cama cuando llamó a su hija para saber cómo se lo estaba pasando y si quería volver a casa. Era la 1:20 de la madrugada. Diana le dijo que se lo estaba bien, que se quedaba un rato más con sus amigos, pero que no se preocupase que volvería acompañada. Así que, la madre le dejó las llaves puestas, porque “no se llevó las llaves”. Solo llevaba el móvil con poca batería y apenas veinte euros.
Alrededor de las 2:30, Diana decidió marcharse, “porque sí”, “porque estaba cansada”, según sus amigos. Volvía a casa por un camino. Tardaba veinte minutos en llegar a casa, por un camino oscuro y pedregoso. Muy cerca de donde aparcaban los feriantes. Se asustó, un gitano comenzó a gritarle “morena, ven aquí”.
No se sabe si corrió o gritó, pero sí escribió a un amigo de Madrid alarmada por lo que estaba pasando.
Una hora más tarde, debió de ser sobre las tres y media de la madrugada, llegó a su casa y entró sigilosamente, sin hacer ruido y se cambió de ropa. Dejó sobre su cama los pantalones cortos rosa con los que fue vista por última vez en las fiestas del pueblo, se puso unos vaqueros, una chaqueta y salió.
Que hubiese pasado por el chalet era una de las hipótesis con la que trabajan los investigadores de la Guardia Civil, ya desde los primeros días de ausencia de la joven madrileña, y que la madre siempre había negado hasta este miércoles, cuando lo ha confirmado a través de su abogado, Pedro Víctor de Bernardo.
La madre se despertó, fue rápido a la habitación de Diana y vio que no estaba. Inmediatamente sospechó que algo había pasado y llamó a la Policía.
Desde la madrugada del 22 de agosto, media España se pregunta dónde estará Diana Quer y la otra media habla de las declaraciones de sus padres, Juan Cralos Quer y Diana López. Y los problemas los rodean. Desde los últimos días, la hermana pequeña de Diana Quer, Valeria, de 16 años, vive con su padre porque un Juzgado actuando de oficio le retiró la custodia a la madre, los motivos dicen no tener que ver con la desaparición y el padre opina que “esta medida llega muy tarde”.
La búsqueda no cesa y desde la organización SOS Desaparecidos, se han movilizado y han comenzado a distribuir carteles en Portugal e Italia con su foto, datos personales y descripción traducidas a sus respectivos idiomas y está previsto que se haga lo mismo en Francia, Bélgica y Suiza. Sin embargo, esta internacionalización no intercede con los rastreos en entornos próximos al lugar en el que desapareció.
Las novedades brillan por su ausencia. No se descarta ninguna hipótesis. Incluso, puede ser que haya huido de manera voluntaria. Sin embargo, ahora la Guardia Civil contempla opción de que la joven se hubiese subido a un vehículo cuando volvía a su casa de veraneo la madrugada del lunes 21 de agosto.
Se trata de la última línea de investigación que los agentes están siguiendo, pero no saben si se pudo subir libremente o si la forzaron a entrar contra su voluntad.