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Pocas cosas pueden resultar más tediosas que la rutina. Comenzar y terminar los días de la misma manera, durante todo el año, puede ser intolerable para muchas personas. Ver los mismos rostros, transitar las mismas calles y vivir en modo espejo resulta aceptable para los que nunca se preguntaron si acaso existe una alternativa a la cotidianeidad.
Del otro lado de la vereda, crecen los valientes que cumplidos los 30 entran en introspección analizando si como viven es la manera en la que desean hacerlo por el resto de sus vidas. Y es esta edad un verdadero punto de inflexión donde cada vez personas rompen con lo instituido y se transforman en verdaderos instituyentes que salen a buscar nuevas aventuras, un plan b que los aleje de la zona de confort. Así obtienen nuevas experiencias, se nutren de culturas variadas y vuelven hacia su tierra natal reconvertidos en personas más completas.
Que este cambio brusco sea a los 30 años, no es una cuestión arbitraria, sino que tiene su razón de ser en que a esta edad la mayoría de las personas disponen de sus propios medios económicos para hacer y deshacer con relativa tranquilidad. Tomarse un año “sabático” o pedir una licencia prolongada por vacaciones que nunca se tomaron son algunas de las opciones más elegidas para estas personas que tienen la madurez justa para saber reconocer que desean conseguir, y de qué cosas alejarse en la nueva travesía.
A su vez, no se trata de viajar como un fin netamente recreativo, sino que cada vez más personas buscan expandir las fronteras del conocimiento generando viajes cada vez más completos y que combinan a la perfección diversión y aprendizaje. Y es en esta simbiosis natural que los viajes para aprender idiomas son los más requeridos por profesionales, y no tan profesionales, ya que ven en este lenguaje una herramienta poderosa para expandir su sabiduría, pudiendo hacer uso de esta facultad en su rol cotidiano.
De hecho, algunos empleados o gerentes de marca viajaron en búsqueda de nuevos conocimientos y se quedaron en ese país como representantes de la marca, siendo la llave de apertura a diferentes mercados de habla hispana. Dentro de estos “language Travel” o viajes de lenguaje, se destaca el del idioma español, puesto que es la segunda lengua natal más hablada del mundo, sólo por detrás del chino mandarín.
Es el mercado de viaje del lenguaje español el que acaparó todas las miradas, ya que se estima un total de US$674,270,752, lo que representa una verdadera usina económica potenciada por un idioma que crece a ritmos agigantados y siendo cada vez más requerido por las empresas multinacionales que buscan nuevos clientes en mercados de Latinoamérica. Esta cifra se desprende de un análisis con foco en las principales escuelas de español, siendo España líder en la materia y acaparando el 51,8% del total de la recaudación, con el 46% de la cantidad de estudiantes totales (112,633 alumnos) y un arrollador 50% en cantidad de semanas por estudiantes que llegan masivamente desde diferentes partes del mundo. Son los alemanes quienes lideran la cantidad de estudiantes con 18,7%, seguidos de cerca por los italianos 14% que se ven beneficiados con la cercanía geográfica, mientras los daneses con el 9,1%, los estadounidenses con el 7,3% y los chinos con el 5,7% completan las cifras.
No es casualidad que España arrase con las cifras de estudiantes de idioma español, sino que se trata de una causalidad: escuelas como Expanish, ofrecen un aprendizaje significativo gracias a sus cursos de español en Barcelona donde los estudiantes obtienen la mejor experiencia gracias a una infraestructura de primer nivel que se combina con profesores que responden de manera personalizada a las inquietudes de cada estudiante. Además, el método de aprendizaje permite que los alumnos aprendan español desde el primer momento, guiados por docentes y con la ayuda de un entorno que hace sentir igual de cómodos tanto a los que recién comienzan en el idioma como así también a los avanzados. Es común encontrar en esta heterogeneidad a estudiantes de entre 20 y 40 años totalmente dedicados a esta experiencia de aprendizaje inmersiva, aunque queda expuesto un auge en estudiantes de 30 y 40 años que se animan a darle un giro a su vida en busca de nuevos desafíos.
Cada alumno puede decidir el formato de clases que le parezca más conveniente. Existen cursos intensivos grupales de 20 o 30 horas, que abarcan media jornada pudiendo luego salir a explorar los alrededores y poner en práctica lo aprendido. Las clases privadas son la ocasión perfecta para profundizar en cuestiones específicas, dudas, o aprender según los intereses particulares ya que se trata de una modalidad donde estarás sólo con el profesor. Por otra parte, las clases combinadas son el mix perfecto entre las lecciones grupales y las clases privadas, donde primero se puede intercambiar puntos de vista, generando relaciones interpersonales que fomentan el diálogo, para luego complementar lo aprendido colectivamente con las clases privadas haciendo foco en cuestiones puntuales de interés, o simplemente reforzando lo aprendido.
De esta manera, queda claro que nunca es tarde para dar un giro brusco para adquirir nuevas experiencias. Viajar a través del mundo para conocer otras culturas y aprender el idioma español forjando nuevas habilidades puede ser un verdadero punto de inflexión de cara a lo que resta de la vida adulta. No lo olvides, la edad ya no es un impedimento real para animarse a salir de la zona de confort.