La Formación Profesional no tiene prestigio social en nuestro país, donde durante las últimas décadas la mayor parte de nuestros jóvenes que continuaban sus estudios ha preferido ir a la Universidad. Y quienes no querían seguir estudiando abandonaban el sistema educativo para incorporarse al mercado laboral. Sólo el 32% de los jóvenes se decanta por la FP, mientras que dos terceras partes eligen ser universitarios. Y el abandono escolar temprano es el camino que escoge la cuarta parte de nuestros estudiantes.
Las familias con hijos que no resultan estudiantes brillantes y traen a casa malas calificaciones, o se empeñan en que sus hijos sigan estudiando (lo que a veces resulta posible por la reducción de los niveles de exigencia en muchas carreras de nuestras universidades); o les piden que se pongan a trabajar, pero pocos se plantean que elijan el camino de la FP en una rama con buenas salidas profesionales, de esas que permiten estar trabajando a los 18 o 19 años de edad.
Durante décadas, una generación de españoles no tuvo laposibilidad de estudiar, y las universidades eran coto reservado para unos pocos, que tenían garantizados el prestigio social y el acceso a los mejores empleos.
El desarrollo económico de España ha traído durante lademocracia la universalización de los estudios universitarios, la enseñanza superior pública accesible a casi todos los niveles sociales, y la proliferación de campus por todo el país. Siempre hay una universidad cercana que evite cambios de residencia para cursar una carrera.
Los hijos de la posguerra y sus hijos han querido que sus hijos pudieran cumplir el sueño de llegar a la universidad, en muchas familias esto se convirtió incluso en un objetivo vital. El país se modernizaba y la economía crecía y había empleo para todos o casi todos, aunque ocupasen puestos de trabajo inferiores a su nivel de estudios.
La caída de los niveles de exigencia en muchas titulaciones hacía que no todos pudieran ser ingenieros, arquitectos, químicos o médicos, pero casi todos pudieran superar con éxito otro tipo de titulaciones.
A los estamentos públicos también convenía que la mayoría de los jóvenes siguiera estudiando como mínimo hasta los 23 años y hasta una mayor edad en muchos casos. Así no engrosaban las listas del desempleo juvenil que históricamente han sido siempre altas, incluso antes de esta fuerte crisis del empleo. Y en los años previos de la mejor bonanza económica quienes no estudiaban tenían la salida del boom de la construcción y los servicios asociados que ésta generaba, del ocio y la hostelería o del turismo en las zonas costeras especialmente.
Los jóvenes dejaban de estudiar en Baleares, cercana al pleno empleo en esos años felices, y en los hogares de esta región y muchas otras no se producía ningún trauma. O se llegaba a la universidad o se tenía un trabajo y un buen sueldo.
La idea de que para prosperar social y económicamente hay que ir a la universidad está muy instaurada en las familias y en la sociedad españolas.
Pero llegó la crisis y la falta de empleo para todos, especialmente para los jóvenes, castigados con una tasa de paro del 55%. No hay trabajo para casi nadie, ni siquiera casi para los ingenieros. Pero menos aún para quienes abandonaron sus estudios para abrazarse a la construcción.
España necesita potenciar su FP para equilibrar la proporción de estudiantes frente a los universitarios, pero sobre todo lo que necesita es hacerla atractiva, prestigiarla socialmente y conectarla a las necesidades de las empresas. Para que ésta sea la alternativa escogida por quienes no siguen estudiado, en lugar del abandono escolar. Una tarea que también debe hacer la universidad para que sus titulados encuentren salidas. Sistema educativo y tejido productivo deben estar conectados e informar a las familias de cuáles son los niveles de empleabilidad futura en las distintas disciplinas. Una labor que no se ha hecho hasta ahora y que resulta ya más que imprescindible para frenar el desempleo juvenil.