Sus aficiones pasan por el arte y la arquitectura, nada de superhéroes de cómic, pero el símbolo de Gowex es ‘Wifiman’. Así quería reflejar el éxito de llevar las Wifi gratis a todas las ciudades del mundo, el expresidente de Gowex. No deja de ser una ironía que la sociedad que desenmascaró el engaño contable de García se llame Gotham City, y su supuesto fundador, Daniel Yu, se identifique con Batman.
De héroe a villano en una semana. García ha pasado de ser un admirado emprendedor, el mejor representante del éxito de una empresa tecnológica española, al “villano” defraudador de al menos, 5.000 pequeños inversores. Como “Dos caras” en Batman la transformación de García, o al menos de su imagen, ha sido como pasar del blanco al negro.
En su cuenta de Twitter todavía se mantiene en la foto de perfil, la imagen de Jenaro estrechando la mano del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, y su afirmación, “World is my home”, “el mundo es mi hogar”.
El Financial Times se pregunta hoy cómo es posible que Gowex llamara la atención de Gotham Research, sin siquiera cotizar en el mercado continuo. Los rumores sobre Jenaro desencadenaron el resto de la historia:
“Inversores que se reunieron con él, dijeron que García Martín era una persona nerviosa que hablaba comprometido con el potencial de su empresa para crecer, pero se mostrada incómodo en cuanto se le presionaba sobre detalles concretos. Otros detalles sobre esta aparentemente milagrosa compañía también desconcertaron a sus inquisidores. Algunos empezaron a cuestionarse cómo una empresa de su tamaño y ventas estaba utilizando un auditor totalmente desconocido llamado M&A Auditores, que tenía sólo otros dos clientes pequeños y que era dirigida por un padre y su hijo”, asegura el artículo del FT.
Así comenzó Gotham Research a ‘tirar del hilo’ hasta “desenmascarar” el engaño. La historia de la vida de Jenaro García parece tan peculiar o al menos tan cinematográfica como su actual caída.
Huérfano a los 16 años, con vocación temprana de emprendedor, montó su primer negocio a los 19. Ya a los 14 años sentía fascinación por la bolsa. Pidió a su padre un regalo especial: valores de Telefónica y de Unión Cerrajera.
Su progenitor era también un hombre hecho a sí mismo. Propietario de varios restaurantes en Madrid, García lo citaba con frecuencia en sus entrevistas como su gran referente. Un hombre trabajador «de sol a sol» decía, que falleció en un trágico accidente de tráfico cuando el joven tenía 16 años. Un fatídico siniestro en el que perdió también a su madre y a su hermano, un golpe determinante en su vida.
García heredó de su padre esa vocación por los negocios y también un sentido hedonista de su trabajo: quería estar a gusto y no empeñar la vida en un empleo en el que no estuviese cómodo. Por eso, sólo tres años después, y aprovechándose de la sobrevaloración de la peseta frente al marco alemán, creó su primera empresa, un pequeño negocio dedicado a la importación de viejos coches escarabajo de Alemania, de los que aprovechaba sus piezas para nuevos vehículos.
Durante unos años, la empresa funcionó con soltura, pero en 1992, cuando las posibilidades de negocio comenzaban a volverse más duras, decidió vender su participación.
A pesar de que su vocación estaba ya dirigida hacia la empresa, García hizo caso a una de las voluntades de su padre: que estudiase Derecho. «Decía que había que saber de leyes», comentaba hace tres años en una entrevista en el portal redestelecom.es. El joven ingresó en la Universidad Autónoma de Madrid y compartió pupitre con el actual Rey de España, pero ya en el último año de carrera, perfiló su futuro de nuevo hacia el negocio, apuntándose al máster de Dirección de Empresas de la Universidad Complutense de Madrid.
Finalizados sus estudios, García sólo tenía claro un objetivo: comerse el mundo de los negocios, así que no se lo pensó dos veces y con el patrimonio heredado de sus padres, y lo conseguido gracias a su empresa de importación, hizo las maletas y viajó a EEUU para buscarse la vida. Allí, llamó ni más ni menos que a la puerta de Merril Lynch, un gigante de los bancos de inversión, a quienes pidió un puesto de trabajo. Lo consiguió como becario en la oficina de Miami, lo que le dio la oportunidad de completar su formación en mercados financieros.
García comenzó a encadenar, incluso solapar, trabajos, como se expone en su propio perfil laboral en la Red. En 1992, entró como analista de mercados en Prudential Securities, donde, según dice, permaneció durante cinco años, tiempo durante el que también trabajaba en Florida para Smith Barney, perteneciente al grupo Morgan Stanley, donde llegó a convertirse en asociado internacional para las grandes riquezas de Centroamérica.
Esta posición permitió a García comenzar a labrarse una envidiable agenda de contactos hasta que en 1995, recibió la llamada de Telefónica Servicios Audivisuales.
Fue allí donde comenzó a desarrollar su auténtica vocación, el mundo de las telecomunicaciones y donde arrancó también su gran inmersión en el emprendimiento. García era algo así como un «visionario» de Internet, que tenía claro ya entonces que la Red transformaría el mundo y abriría también infinitas posibilidades de negocio.
Todas esas ideas las volcó en una empresa, Intelideas- hoy Recol-, dedicada a alojamientos de sistemas de información y a la provisión, por ejemplo, de servicios de correo electrónico en un momento en que pocos los utilizaban todavía. La empresa, en la que participaban también varios de sus compañeros de estudios, tuvo un éxito rotundo. Con cuentas de 3.000 pesetas del momento llegaron a facturar hasta 3 millones de euros.
El empresario se sentía imparable y decidió apostar por una nueva aventura, Iber-X, dedicada a vender el exceso de capacidad en redes de telecomunicaciones en los mercados internacionales. Tampoco se lo pensó para coger el teléfono y llamar a la secretaria del presidente de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) para contarle lo novedoso del proyecto. La mujer le emplazó a enviarle un correo electrónico para contárselo y, al día siguiente, fue recibido por el propio presidente.
El proyecto también triunfó, a pesar de algunas experiencias ruinosas, como la filial brasileña, de la que García trató en recuperarse. El fracaso no le hizo en cambio desistir en lo que sería el germen del que, años después, nacería su gran tesoro: Gowex.
Era 1999 y García tenía claro su sueño empresarial: un wi-fi global y la creación de «ciudades inteligentes» donde los usuarios pudiesen conectarse a Internet desde cualquier punto.
Invertía en su empresa horas más allá del día. Robaba tiempo al sueño y apuraba sus jornadas hasta la madrugada, comiendo en el despacho y contando también con la ayuda de su mujer, Florencia Mate, a quien encargó el área de relaciones con el inversor y de las comunicaciones internacionales. Paralelamente, el empresario tuvo otra experiencia que no menciona en su perfil laboral y siempre ha querido mantener oculta: su puesto como consejero delegado de la empresa Advanced Refractive Technologies, una penny stock-empresa de acciones a un centavo- que cotizó en Nasdaq hasta que fue suspendida por el regulador, en 2004, por fraude.
Eran tiempos en que Gowex sólo le daba alegrías. La compañía no dejaba de crecer, llevando sus redes wifi por todo el mundo, y superando incluso los peores años de la crisis. con resultados (en apariencia) millonarios. Al empresario, los tiempos adversos no le asustaban, y con frecuencia repetía que él mismo había apostado hacía años por el emprendimiento, cuando todos buscaban ser funcionarios.