Era un negocio redondo hasta hace apenas cuatro años y hoy vive en las catacumbas. El capital riesgo ha entrado en un largo y negro túnel que de momento no le conduce a ninguna parte. Ni los vendedores están dispuestos a ceder sus negocios en las condiciones leoninas que exigen estos fondos ni, por lo visto, éstos están por la labor de aceptar que hay que sudar mucho más la camiseta para con mucha suerte llegar a la mitad de la rentabilidad que se conseguía antes de la crisis.
Las cifras de 2012 son concluyentes. La inversión ha caído un 22,5% hasta unos pobrísimos 2.525 millones de euros. Para que se hagan una idea, con estos fondos todo el sector del capital riesgo español en el que están representadas la inmensa mayoría de las grandes casas internacionales- sólo hubiera podido comprar la empresa número 25 del Ibex 35 por capitalización bursátil.
Los argumentos del sector para justificar la pobreza de las cifras son los mismos de los últimos cuatro años: la economía no acompaña, no hay crédito para financiar las operaciones y las valoraciones de las empresas no son atractivas. Que las circunstancias no ayudan ya lo sabemos. Pero otra cosa muy distinta es que algunos de los mejores profesionales del sector no sean capaces de sacar adelante operaciones con imaginación y asumiendo riesgos.
Es decir, sin tirar a puerta sin portero como hacían antes de 2009. De lo que se trata ahora es de aportar valor a unas compañías que están sufriendo duramente el impacto de la crisis en sus cifras de ventas y sus cuentas de resultados. Y para eso hace falta tiempo, una estrategia muy definida y el valor suficiente para aceptar que se puede pinchar en hueso en el intento.
Lo que resulta sorprendente es que los mismos gestores que asaltaron el mercado español cuando se podía dar un pelotazo en apenas dos años multiplicando hasta por diez el valor de la inversión, ahora no quieran saber nada. El capital riesgo debe demostrar que está aquí para algo más que para ganar dinero fácil. Con el viento a favor cualquiera es bueno y rentable.
Las cifras del año pasado dicen que el 97% de las operaciones fueron destinadas a financiar pequeñas y medianas empresas en fase de expansión. Cosa que se agradece en un entorno marcado por la falta de oxígeno crediticio para quienes son el sostén de la economía española. Pero hablamos de operaciones que no superan los cinco millones de euros, de esas que ni hacen mercado ni son capaces de generar procesos de cambio en los sectores productivos.
En lo que se denomina middle market –operaciones entre los 10 y los 100 millones de euros- sólo hubo 27 inversiones. Y en lo que llevamos de enero, el negocio sigue al ralentí. Imposible justificar las estructuras que los grandes del sector tienen en España. Unos están liquidando sus carteras y preparando las maletas. Otros, buscan fuera del país las oportunidades que aquí no se presentan.
Si las cosas siguen así, al sector del capital riesgo español va a resultar irreconocible cuando acabe 2013. La criba va a ser brutal, porque la banca nacional va a necesitar todo el ejercicio para terminar su proceso de recapitalización y limpieza de balances. Eso significa asfixia crediticia, que es exactamente lo que no mata al `private equity?.