La izquierda en Francia siempre llega al poder con programas económicos y sociales muy ambiciosos y, al cabo de un año, la realidad se impone, con las primeras decepciones y los «tournants dans politique économique». Es lo que ocurrió en 1982-83 tras la venida de François Mitterrand al poder y es lo que está, en cierta medida, ocurriendo ahora.
La (pequeña) excepción fue Lionel Jospin en 1997, como primer ministro en un Ejecutivo de cohabitación con Chirac de presidente. Jospin llegó en un ambiente de crisis, pero la situación se volvió favorable y su Gobierno disfrutó -a partir de 1998- de tres años de fuerte crecimiento económico.
Hoy en día, obviamente, no es el caso. Hollande sabía que se iba a enfrentar a una situación complicada pero, una vez en el Elíseo ha comprobado que era peor. (A Zapatero le llegó la crisis en el segundo mandato; Hollande ya empezó con ella).
Y es verdad que lleva ya varios meses a la defensiva, intentando no decepcionar a sus votantes pero sin dar la espalda a una realidad cada vez más cruda que consta, por lo menos de tres pilares: económico, político y social.
1. Recortes y anuncios demagógicos. La reducción de dos billones de euros de las ayudas a la familia a través del mítico «quotient familial» es uno de los primeros «manquements» de Hollande; ha sentado como un tiro entre los franceses. Además, medidas demagógicas como el tipo fiscal del 75% sobre los ingresos superiores al millón de euros anuales -hecha para gustar a los sectores más radicales de su partido- está resultando algo contraproducente: el Constitucional ha anulado gran parte de su contenido y muchos economistas y fiscalistas no le ven sentido. Pero el presidente se ha empeñado.
2. Más ‘pequeños’ que sus predecesores. François Hollande, como Zapatero en relación con Felipe González, no inspira, ni por asomo, la misma autoridad natural que inspiraba Mitterrand. A base de querer dar una imagen de «presidente normal», ha ido socavando la autoridad que va de par con la jefatura del Estado en Francia. Aún así, creo que sigue teniendo algo más de personalidad que Zapatero y estoy seguro de que hay líneas rojas -las relativas a la estabilidad política e institucional del país- que no traspasará. La rebaja del ‘rango’ de presidente. Hollande y Zapatero tienen en común la rebaja del rango que ocupan con la obsesión por querer ser normales a toda costa. Durante toda la campaña, el ‘candidato’ Hollande se presentó en contraposición a Sarkozy como el ‘presidente normal’: “Yo seré un presidente normal”.
3. El matrimonio gay. Donde más se parecen Zapatero y Hollande es en el caso del »matrimonio» gay. Ambos han puesto toda la carne en el asador para sacarlo adelante y ambos lo han conseguido con un precio muy elevado: poniendo a medio país contra otro, manifestaciones masivas incluidas. Sin embargo, hay una pequeña diferencia entre el español y el francés: Hollande se ha percatado de la profunda fractura social que su ley ha generado por lo que, en principio, no habrá más reformas de tipo ético-antropológico durante su mandato. En cambio, Zapatero, tras la legalización del »matrimonio» homosexual, no hizo más que ahondar en esa división social: ley educativa, ley de Memoria Histórica, ley del Aborto, Estatuto de Cataluña….
Y la gran diferencia: el Ejército y el patriotismo. Con la intervención en Malí, Hollande no ha dudado en mandar a su Ejército a África. Hubo que librar una guerra y punto. Zapatero, por su parte, en su obsesión pacifista, tendía a considerar a los soldados como miembros de una ONG. Hollande mantiene un discurso patriótico y a Zapatero le costaba pronunciar la palabra España….