El monte Everest, con sus 8.848 metros de altura es el punto más elevado del planeta. Esta cifra lo ha convertido durante muchos años en un mito y ha generado una gran atracción para turistas, curiosos y alpinistas que en muchas ocasiones se han dejado la vida en la montaña.
Desde el año 1924 hasta la temporada del pasado 2013, al menos 240 personas habían fallecido intentando llegar a la cima del mundo. La mayoría de estas muertes se han producido en el pasado. Actualmente, como recuerda el alpinista Juanito Oiarzabal a este medio, apenas ocurren desgracias de este tipo.
Los montañistas fallecidos más conocidos
Aún así muchos de los montañistas muertos todavía permanecen en la ladera de la montaña a la que fueron a buscar la gloria y se encontraron con la muerte. La mayoría de sus cadáveres permanecen a la intemperie, pues la nieve no los cubre, en la conocida ‘zona muerta’. Algunos tienen nombre, a otros se les ha asignado un apodo con el que referirse a ellos pero en cualquier caso todos tienen una historia detrás.
Botas verdes: El alpinista indio Tsewang Paljor perdía la vida. Falleció en 1996 a causa del frío tras sufrir una fuerte ventisca a 400 metros de la cima. El calzado que llevaba cuando murió es la razón de su mote. Es uno de los cadáveres más conocidos debido a que es prácticamente inevitable no pasar cerca de él.
El saludador: Se cree que murió en 1997 y se refieren a él a sí porque su cuerpo quedó congelado en posición de saludo a los montañistas.
Peter Boardam: Su cuerpo fue encontrado en 1992, diez años después de su desaparición. La postura del cadáver hace pensar que falleció mientras dormía.
Francys Arsentiev: Esta mujer llegó al Everest junto a su marido. Ambos quedaron separados en el descenso de la montaña durante la noche. A la mañana siguiente el cuerpo de ella fue encontrado semi inconsciente.
Tal vez la muerte que más repercusión tuvo fue la de David Sharp en 2006. Este alpinista decidió abandonar el campamento base 2, a más de 6.000 metros de altitud, para adentrarse él solo, sin medicina, serpha, ni ningún tipo de comunicación. También falleció en su descenso (no se sabe si llegó a alcanzar la cima). Lo hizo junto a ‘Botas verdes’ mientras otros cuarenta escaladores que pasaban a su lado siguieron su camino hacia la cumbre sin prestarle ayuda.
Los serphas son los encargados de apartar los cadáveres de aquellos fallecidos que pueden perjudicar el ascenso de los alpinistas o pueden ponerles en situaciones de riesgo. Suelen ser semienterrados en lugares discretos.
El montañista Ferrán Latorre, en una entrevista a Teinteresa, ha confesado que a él, personalmente le produce «muy mal rollo». Afirma que en las rutas tradiconales se pasa «muy cerca» de algunos cadáveres. «Es muy difícil bajarlos» reconoce el catalán. Normalmente cuando un escalador fallece en una montaña se queda allí pero si su familia quiere rescatarle se tiene que montar una expedición especial.
El propio Latorre vio cómo en el año 2000, un compañero de expedición tuvo un trágico accidente. «Le vimos caer por la ladera norte, le perdimos de vista y no volvimos a saber nada más de él».
El Body Disposal Form
A partir de los años 90 las autoridades de Nepal comenzaron a poner a disposición de los montañistas este documento. Cuando llegaban a su país para escalar un 8.000 tenían que rellenar el formulario e indicar qué quería que se hiciera con su cuerpo en el caso de que pereciese en la montaña. Existen tres alternativas: dejar su cuerpo en la ladera, regresarlo a Katmandú o a su lugar de origen.
Debido a las condiciones del Everest y otras montañas similares, la mayoría de los cadáveres no son rescatados si se encuentran en zonas de difícil acceso o de riesgo.
La zona muerta
Esta última etapa en el ascenso a la cima de la montaña está sometida a fuertes vientos que pueden alcanzar los 135 kilómetros por hora. La temperatura media es de -35 grados centígrados pero se pueden alcanzar los -60. El oxígeno presente en el aire se reduce en un 66 por ciento respecto al del nivel del mar.