Yelena Gadzhíyevna Isinbáyeva nació 3 de junio de 1982 en Volgogrado, Rusia. Eran los tiempos de la URSS, la Alemania partida en dos y el comunismo todavía vigente, una época difícil para venir al mundo en el este de una Europa que se estaba recuperando.
Yelena, hija de un fontanero y una dependienta de una tienda de ropa, creció en una familia humilde. Su padre pertenece a una minoría étnica rusa-los tabasaranos, apenas 70.000 individuos-, y es una leyenda en esa pequeña comunidad. Con el dinero que ha ganado gracias a sus triunfos, se ha comprado varios delfines, su auténtica pasión.
La campeona rusa siempre quiso llegar a lo más alto, pero no en el atletismo, sino en la gimnasia. Era su sueño, pero la genética fue caprichosa con Isinbáyeva y le dió algo que para muchos es un regalo, pero que en sus comienzos fue una maldición, altura. Con 15 años, la niña de Volgogrado que había dedicado su vida a la gimnasia se dio cuenta de que con 1,76 metros de altura no podía seguir compitiendo en gimnasia.
Lloró por tener que dejar el deporte que practicaba desde los cinco años, pero entonces apareció la pértiga: su destino había cambiado y ahora sí llegaría a lo más alto.Tras abandonar la gimnasia, ingresó en el equipo de atletismo del ejército ruso, por lo que tiene grado militar, en concreto de teniente. Lo mejor estaba por llegar.