A Luis Enrique no le importan los nombres. Si en las primeras semanas la incursión de Munir pudo interpretarse como una solución de eventualidades, ya no hay lugar a dudas de que se trata de una decisión meramente deportiva, una consecuencia de lo que se ve en el campo, y seguramente en los entrenamientos. Ante el Athletic de Bilbao volvió a promocionar a Munir en detrimento de Neymar y el juvenil ratificó su medida. Su vigencia en las alineaciones en realidad homologa la entré de Luis Enrique en el Barcelona: los estados de forma y la meritocracia pesa más que el nombre. Te llames Neymar, Alves, Piqué o Xavi. Aunque fue Neymar cuando sustituyó a Munir el que decidió, el juvenil fue otra vez la sensación en el Camp Nou.
En un rocoso partido ante un organizado Athletic, Munir fue el mejor. Su irrupción en el Barcelona es la gran noticia de la temporada. Suya fue la primera ocasión del encuentro, un disparo desde el vértice derecho del área que se perdió cerca de la escuadra. Esa acción ya anunció alguna de las virtudes de Munir, afilado para aprovechar los espacios y con desparpajo para atacar a los defensores. No se queda ahí su variada gama de recursos. Algunas las crea y otras la termina. Su dinamismo e inteligencia le hacen aparecer en casi todas las jugadas ofensivas del Barcelona. Entiende el juego, sabe asociarse y tiene lucidez para aparecer en el área. Suya fue la ocasión más clara de la primera mitad y sólo Iraizoz evitó su gol a bocajarro tras un pase de Montoya. Munir se filtro hasta la cara del portero sin que nadie fuera capaz de detectarle. Cuando no fue el portero, apareció Fernández Borbalán. Primero para indultar a Gurpegui en un derribo alevoso y más tarde para anularle un gol legal por fuera de juego inexistente.
Fue precisamente el arquero visitante el que mantuvo a su equipo, que a punto estuvo de desvencijarse ante la crecida con la que el Barcelona cerró la primera mitad. Una triple secuencia en un visto y no visto en la que se hizo grande ante Rakitic y después Munir. En el inicio Iraizoz también había repelido un remate de Messi que parecía palmario. No fue un gran partido del argentino durante casi toda la tarde. Hasta que se inventó dos jugadas que terminaron en los goles de Neymar. No le salgan las cosas o sí, se ve al gran Messi. Bien sujeto por la defensa del Athletic, que se cuidó muy mucho de cometer pérdidas absurdas y estrechó los pasillos donde si Messi coge impulso suele ser imparable.
Ante un Barcelona reseteado y alcista, que ha recuperado conceptos como la presión alta o la unidad en las líneas, fue más que notable la propuesta de Athletic, que lleva sin ganar en el Camp Nou desde 2001, en un fútbol ya de otro tiempo. El planteamiento de Valverde fue acertado y la interpretación de sus futbolistas atinada. Apenas se permitieron un dislate de concentración además. Gurpegui y Laporte sujetaron bien a Messi. Como hacen muchos ante el Barcelona, se cerró y entregó las bandas a los de Luis Enrique. Su ejecución en las zonas más traumáticas fue pulcra gracias a la sobriedad de Iturraspe y Rico. Ofensivamente, descolgó a Aduriz, Muniain y Susaeta para intentar sorprender al Barcelona, casi siempre bien junto y atento a la hora de la recuperación y el repliegue.
Las partituras, quizás más la del Barcelona, se rompieron en los últimos minutos. Los de Luis Enrique se fueron enfermizamente a por la victoria y sus líneas se ensancharon. Creció la distancia entre los centrocampistas y la defensa y Piqué, que entró tras el descanso sustituyendo a Mascherano, sufrió. No encontró la clarividencia para aprovechar el Athletic esos espacios. En algunas jugadas, la sensación fue que los vascos estaban a un pase certero de distancia de plantarse solos ante Claudio Bravo. Con el Barcelona destado y el partido sin un gobernador claro, fue Messi tras el único fallo de la tarde de Laporte el que dejó a Neymar, que había sustituido a Munir, sólo frente a Iraizoz. Tuvo temple el brasileño para definir bien de disparo cruzado y dar el pleno a los barcelonistas, algo que ratificó con el segundo. Fluye el Barcelona. Messi disfruta, Munir enamora y Neymar mata. Y Luis Enrique manda.