La dieta de un ciclista suele ser bastante estricta. Pasta para comer-por su fácil digestión- y durante la carrera plátanos, mucha agua y sobre todo barritas energéticas. Los nutrientes están concentrados y se absorben mejor las vitaminas. Pero para Horner esto no era suficiente. El ciclista tenía también sus manías en lo referido a gustos culinarios y se saltaba muchas veces estas normas.
Según sus entrenadores, Horner es, cuanto menos, un corredor excéntrico. Su ex director deportivo Josean Fernández le definía como “un chico especial”, con todo lo que ello conlleva. Era especial para lo bueno y para lo malo, y en lo malo entraba el capítulo de la comida. Siempre pedía pizza en carrera y se enfadaba si en un restaurante no le servían hamburguesas.
Pero no sólo durante las carreras, como buen americano-aunque haya nacido en Japón- es más de hamburguesas que de sushi y cuando hay algo que celebrar, Horner se da su particulares homenajes en forma de comilonas. Tras el Mundial de Verona, en 2004, donde acabó octavo, se comió una hamburguesa con patatas fritas para celebrarlo.
A pesar de eso, el americano se cuida. Entrena duro y es muy disciplinado en su trabajo, por ello conserva una línea envidiable a una edad en la que muchos hombres empiezan a ver cómo crece la llamada ‘curva de la felicidad’ y que, en ocasiones, se convierte en una barriga homologada que por mucho que uno haga se empeña en no desaparecer.