La coreógrafa malagueña Luz Arcas, directora de la compañía La Phármaco, estrena la segunda pieza de su trilogía Bekristen/ cristianos envuelta en la música electrónica y folklórica de Le Parody, con la asistencia artística de Ernesto Artillo
Inspirada en las imágenes marianas andaluzas, Somos la guerra baila el cuerpo del trabajo y del deseo, la vitalidad del desgaste y la potencia del llanto, con cuerpo, sudor y lágrimas
La Phármaco ha sido finalista en los Premios Max de Teatro 2017, Premio El Ojo Crítico de Danza 2015, Premio Mejor Intérprete Femenina de Danza en los premios del Teatro Andaluz 2015 y Premio Injuve 2009, entre los más importantes
El Centro de Cultura Contemporánea, perteneciente al Área de Cultura, Turismo y Deporte del Ayuntamiento de Madrid, acogerá el estreno absoluto y la coproducción de la segunda pieza de su trilogía Somos la guerra Bekristen/cristianos, de Luz Arcas/La Phármaco repleta de cuerpo, sudor y lágrimas, que se podrá ver del 27 al 31 de octubre de 2021 en el teatro del centro.
La Phármaco ha sido finalista en los Premios Max de Teatro 2017, Premio El Ojo Crítico de Danza 2015, Premio Mejor Intérprete Femenina de Danza en los premios del Teatro Andaluz 2015 y Premio Injuve 2009, entre los más importantes.
Somos la guerra
Con un discurso que es puramente físico, intuitivo, Somos la guerra se inspira en anécdotas, imágenes y referencias concretas de la vida de Arcas: «La música electrónica y tan personal de Le Parody, la influencia del folclore, de las imágenes marianas veneradas en mi tierra, Andalucía, el deseo de bailar más que de hacer danza, lo que el cuerpo que baila convoca o el impacto en mi cuerpo del nacimiento de mi hija» asegura la artista.
La pieza, con dirección artística y coreográfica, dramaturgia y espacio escénico de Luz Arcas, interpretada por ella junto a Marcos Matus y Raquel Sánchez, cuenta además con los audiovisuales de Jorge Colomer y Jorge Juárez, la asistencia artística de Ernesto Artillo, que ha codiseñado el vestuario con Carmen 17 y la iluminación de Jorge Colomer.
Somos la guerra baila la vitalidad y potencia que alcanzan los cuerpos, mientras, en palabras de Arcas, «padecen la violencia de las estructuras verticales que nos hacen, históricamente, mirar hacia arriba: a los dioses, ambiciones y todo tipo de aspiraciones». Así, Arcas explica: «En la obra, los cuerpos esperan a que suceda el milagro, pero lo esperan bailando, envueltos en sudor y en lágrimas: el sudor del desgaste (el del trabajo, el del deseo) y las lágrimas de la compasión (las de la súplica, las del cante)».
Estas imágenes arquetípicas del sudor y las lágrimas son recurrentes en el folclore universal: del erotismo a la fertilidad, del mal presagio a la muerte. En Somos la guerra, afirma la coreógrafa, «la danza no se impone a los cuerpos, sino que desvela lo que les pasa por dentro. El cuerpo como veladura, el baile como revelación. Vivimos huyendo del cuerpo, bailamos para volver a él», concluye Arcas.