La edición número 41 del Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid arrancó el pasado 9 de noviembre y llega a su conclusión el 26 de este mes con 15 propuestas para su semana final. Propuestas donde generaciones y estilos distintos conviven y se enriquecen mutuamente en este gran acontecimiento escénico de la región que no esconde su compromiso con el cuidado de esos nuevos caminos de la creación que rompen con las taxonomías de toda la vida y no le teme a la relación horizontal y la retroalimentación entre los consagrados y los emergentes.
La danza cobra protagonismo en estos últimos días de programación, junto al teatro de texto y el teatro de objetos. Como ha sucedido desde el primer día y como indica el director del festival, Alberto Conejero, se trata de espectáculos que «nos incitan a mirarnos de otro modo, a imaginarnos de otro modo, a descubrir que basta un gesto inesperado para que se abran nuevas posibilidades de vida».
Si de mirar de otro modo se trata, nadie como el maestro Dimitris Papaioannou. Pintor antes que coreógrafo, pintor antes que director escénico, pintor antes que escenógrafo, el artista griego visualiza sus piezas antes de que sean materia y cuerpo. Tras acoger hace dos años la magnánima Transverse orientation, llega en esta ocasión con una pieza más íntima pero de igual potencia estética, con el agua como principal elemento. INK (Teatros del Canal, 23-25 de noviembre) es agua y es cuerpo, es líquido y carne, naturaleza viva y desnuda, danza y lucha, mirada y gemido, sonido y luz, donde el propio Papaioannou baila en un tour de force apasionado junto al impresionante bailarín alemán Šuka Horn.
Y de la estética a la ética. No es que Milo Rau no cuide el lado plástico de sus montajes, pero no es lo más importante. Para este director que también es periodista, por encima está el mensaje, la revelación, el foco sobre realidades políticas, sociales y económicas que ponen de manifiesto que seguimos donde nos dejó Hobbes, luchando como lobos hombres contra hombres. Tras Orestes en Mosul y la película sobre Jesús El Nuevo Evangelio en los campos de refugiados del sur de Italia, Rau y su equipo viajaron a la cuenca del Amazonas, en Brasil, para concluir su Trilogía de los Mitos Antiguos. Junto con indígenas, activistas y actores de Europa y Brasil, se recreó la Antígona de Sófocles en un terreno ocupado como un sangriento choque entre la sabiduría tradicional y el turbocapitalismo global, una epopeya de la lucha de la humanidad contra su caída autoinfligida por la codicia de beneficios, la ceguera y la arrogancia. El resultado es Antigone in the Amazon, que podremos ver en colaboración con el Centro de Cultura Contemporánea Condeduque el 22 y el 23 de noviembre.
Otra de las grandes presencias internacionales en esta recta final llega desde Montevideo. La coincidencia ha querido que el dramaturgo Guillermo Calderón y el director Gabriel Calderón se hayan enfrentado juntos al clásico de Calderón de la Barca El príncipe constante. Y así es como, bajo el auspicio de la veterana Comedia Nacional de Montevideo (una de las instituciones culturales más antiguas de Latinoamérica, fundada en 1947 por Margarita Xirgu), «los calderones» han levantado Constante, una obra donde no quedan muchos versos del original, pero sí mucho de su huella. En el centro, la constancia del arte, la constancia de la fe y del amor, de la violencia y de las guerras, y la constancia del propio Calderón. Lo veremos los días 23 y 24 de noviembre en el Teatro de la Comedia, sede de nuestra Compañía Nacional de Teatro Clásico, que por primera vez colabora con el Festival de Otoño.
En el terreno de lo puramente teatral tendremos en esta tercera semana tres propuestas que llegan desde los tres territorios de habla catalana de la península. Por un lado, los catalanes Nao Albet y Marcel Borràs nos invitan al ritual de su separación como pareja artística. Gamberros e imprevisibles, saben como nadie jugar con la realidad y la ficción y aquí han querido ir un paso más allá de la autoficción como género para elevar un auto panegírico ultra egocéntrico en una obra titulada justamente De Nao Albet y Marcel Borràs (Teatro de La Abadía, 25 y 26 de noviembre). Porque el ego es lo único capaz de separar a dos artistas, porque cada uno tiene el suyo y porque siempre uno quiere quedar por encima del otro. A partir de esta idea, la pareja que alumbró obras tan complejas escénicamente como Mammón, Atraco, paliza y muerte en Agbanäspach o Falsestuff (La muerte de las musas), se pone frente al público a pelo, dos cuerpos y dos sillas. Y a ver qué pasa.
En Valencia y en Barcelona, por su parte, se ha cocinado el montaje de una obra escrita por un valenciano ilustre, José Sanchis Sinisterra, dirigido por otro valenciano, Carles Alfaro, con el trabajo actoral de Pere Ponce, Pep Cruz y Mar Ulldemolins. Se trata de El lector por horas (Teatro de La Abadía, 24-26 de noviembre), un gran título de un gran autor, un clásico vivo como Sinisterra, maestro de varias generaciones de dramaturgos y dramaturgas en España y Latinoamérica. Trasladando a la ficción algunos de los presupuestos teóricos de la estética de la recepción, Sinisterra invita al espectador de El lector por horas a coser hilos invisibles, a llenar huecos vacíos, a encajar piezas que de primeras no encajan, a estar activo, en definitiva, en la butaca, sin recibir todo mascado y terminado.
Y por primera vez en el Festival de Otoño vamos a escuchar la variante mallorquina del catalán de la mano de Sergio Baos, autor de Les maleïdes (Sala Cuarta Pared, 24 y 25 de noviembre), en una producción del Teatre Principal de Palma que presenta un texto nacido de un impulso inconsciente que no admite fácil clasificación. Esto es una obra de aventuras y una comedia gamberra, una road movie teatral con aromas del más hiperbólico Lars Von Trier y algo de Hitchcock, una coctelera formal sin barreras que reverencia a los clásicos desde la posmodernidad. Dirigida por Marga López, la obra nos invita a viajar con tres mujeres a través de tres generaciones, tres mujeres que de alguna forma fueron abandonadas y huyen de sus vidas complicadas con la sensación de no tener nunca el control.
Al hilo de esta obra, el apartado ‘Más allá de la escena’ del festival acoge un acto el 23 de noviembre en los Teatros del Canal que servirá como encuentro abierto y presentación de una nueva línea de Dolmen Editorial, dedicada a obras teatrales convertidas en cómics. Basado en Les maleïdes se presenta Las malditas, de Flavia Gargiulo, una divertidísima tragedia donde abuelas, madres e hijas, padres fantasmas, monjas a la carrera, prostitutas y Dios nuestro Señor son los protagonistas.
Decíamos al principio que la danza cobra protagonismo en esta última semana del festival y lo hace con grandes nombres del panorama español. Empezando por Mal Pelo, que estará por partida doble. Primero con The mountain, the Truth & the Paradise (Teatros del Canal, 22 y 23 de noviembre), un solo de Pep Ramis que nació en 2017 de la necesidad de construir una ficción personal, de poner al día la experiencia de los últimos trabajos realizados e investigar sobre los intereses artísticos del momento. Aludiendo a la montaña, la verdad y el paraíso del título de la pieza, Ramis construye un universo poético que se pregunta sobre el sentido de lo divino y de lo vulgar, sobre la espiritualidad y la ignorancia, sobre la belleza y la banalidad.
Por otro lado, ya con María Muñoz, la otra mitad de Mal Pelo, también en escena, presentan Double infinite. The Bluebird Call (Teatros del Canal, 25 y 26 de noviembre), un dueto en el que los fundadores de la compañía vuelven a bailar juntos y solos en escena después de mucho tiempo. Sin duda, es un punto de inflexión en su carrera para profundizar en lo descubierto y seguir en el camino del hallazgo de nuevos territorios en el lenguaje del cuerpo y en el pensamiento sobre una concepción muy particular de la dramaturgia para la danza.