El etarra Manex Castro, acusado de participar en el asesinato del empresario vasco Ignacio Uria, ha alegado que en el momento del atentado se encontraba trabajando en una empresa de jardinería en Villabona (Guipúzcoa) y ha asegurado que conoció a través de la radio la «acción» cometida por la banda terrorista.
Tanto Castro como el presunto colaborador Iraitz Santa Cruz Ugalde han negado su participación en los hechos durante la primera sesión del juicio celebrada en la sede de la Audiencia Nacional ubicada en San Fernando de Henares (Madrid) por el asesinato del propietario de la empresa Altuna y Uria, que recibió tres disparos a los 71 años de edad cuando se encontraba en la localidad guipuzcoana de Azpeitia el 3 de diciembre de 2008.
Manex Castro Zabaleta se enfrenta a 59 años y dos meses de prisión por delitos de integración terrorista, detención ilegal terrorista, robo de vehículo, asesinato terrorista y de daños terroristas. Por su parte, el fiscal pide para Santa Cruz una pena de 10 años de cárcel por colaboración con banda terrorista.
El fiscal solicita que ambos indemnicen a la viuda de Uria con la cantidad de 160.000 euros y a sus hijos con 240.000 euros y enmarca el atentado en la estrategia de la organización terrorista de dar «un salto cualitativo» dentro de la campaña que venía desarrollando contra las obras del TAV. ETA reivindicó el atentado y lo justificó por la «responsabilidad» de Uria en este proyecto y por «negarse a pagar el impuesto revolucionario».
TESTIGOS RESPALDAN SU VERSIÓN
Castro, ya condenado por colocar artefactos explosivos en el monte de Santa Bárbara de Hernani y en la sede del PSE de Lazkao, ha rechazado haber contribuido a planificar el asesinato de Uria y ha dicho desconocer qué terroristas participaron en el mismo.
Según ha dicho, ese día se encontraba en Villabona junto a su jefe y un compañero de trabajo cuando escucharon a través de la radio de la furgoneta la «acción de Ignacio Uria». «Ese día estaba en Villabona, justo debajo de casa cuando escuchamos la noticia», ha respondido, a preguntas de su defensa.
Sus palabras han sido respaldadas por el socio y un trabajador de la empresa dedicada al mantenimiento de jardines. Los testigos propuestos por la defensa han indicado que mantenían una «relación laboral» con Castro y han dicho recordar «perfectamente» que el día del asesinato escucharon a través de la radio la «noticia de que se había producido un atentado en Azpeitia».
Iraitz Santa Cruz, que sí ha contestado a la acusación, ha negado haber colaborado con ETA y ha reconocido haber prestado «por amistad» su vehículo al etarra Beinat Aguinagalde a sabiendas de que no tenía permiso de conducir.
En cualquier caso, ha asegurado que no «pensó, temió o imaginó» que el turismo fuera a ser utilizado en el atentado de Uria. «Jamás se me pasó por la cabeza. No sabía que Beniat tenía relaciones con ETA hasta que salió en los medios», ha agregado.
Santa Cruz ha explicado que sólo conoce «de vista» al otro acusado, mientras que sí guardaba relación desde la infancia con Aguinagalde.»Hemos estudiado toda la vida juntos, somos buenos amigos, de la misma cuadrilla», ha indicado, para explicar que éste era «un recién licenciado en medicina y pasaba más tiempo en la biblioteca que en otro sitio».
«En todo momento dije a la Ertzaintza que no sabía nada. La Ertzaintza me dijo que eso era imposible, que tenía que sospechar que era de ETA. Y en esa vorágine y presión, se me cayó el mundo encima, sabiendo que los hechos con los que me implicaban eran muy graves como un asesinato y un secuestro», ha relatado.
«SE ME CAYÓ EL MUNDO» CUANDO ME ENTERÉ DE QUE MI NOVIO ERA DE ETA
La pareja sentimental de Aguinagalde ha afirmado en la vista que éste le entregó las llaves del coche del acusado puesto que era ella quien tenía carnet de conducir. Según ha dicho, supo de la pertenencia de su novio a ETA cuando las Fuerzas de Seguridad fueron a buscarle a su domicilio en marzo de 2009. «En aquel momento se me cayó el mundo, pasé una crisis muy gorda. Estuve a punto de romper con él», ha manifestado.
Durante el juicio, un amigo de Santa Cruz ha calificado como algo «habitual» que entre los miembros de la cuadrilla se prestaran sus vehículos, aunque ha precisado que él no dejó el suyo nunca a Aguinagalde.
Ante el tribunal, presidido por la magistrada Manuela Fernández de Prado, ha comparecido un testigo que ha relatado cómo varios terroristas le secuestraron cuando se disponía a realizar una excursión y le robaron el coche con el que se desplazaron al lugar del asesinato. Tras el atentado, le dejaron maniatado informándole de que iban a incendiar su vehículo para eliminar pruebas.