Las orugas procesionarias ya están aquí. Como cada final de invierno estos “bichos” aparecen en los suelos en filas muy largas iniciando su camino al mejor lugar donde poder enterrarse para convertirse en bonitas mariposas.
Son la plaga más peligrosa en España porque son muy “urticantes” y afectan a muchas personas cada año, hasta el extremo de cerrar parques o zonas muy transitadas por su cantidad. El presidente de presidente de la Asociación Empresarial de Sanidad Ambiental de la Comunidad de Madrid (AESAM) y miembro de la Junta de Gobierno de la Asociación Nacional de Empresarias de Control de Plagas (ANECPLA), Francisco Macías, explica que estos insectos aumentan cada año y se expande más.
El cambio climático está favoreciendo su supervivencia. Macías destaca que “donde el clima es más benévolo, como en zonas del sur y el levante de España, la proliferación de estos insectos es mayor porque necesitan de temperaturas suaves para sobrevivir. Por eso antes había menos en la zona norte de España. El frío es su mayor enemigo”.
Pero los inviernos ahora son mucho menos extremos que hace unos años y no hay olas de frío importantes por lo que las orugas procesionarias lo tienen más fácil para superar el invierno y expanderse a zonas que antes no podían.
El principal foco de procesionaria se concentra en las plantaciones de pinos, abetos y cedros, a los que somete a una seria defoliación y, a largo plazo, a un enorme deterioro. Por este motivo y por las condiciones climatológicas, era una especie típica de los ambientes mediterráneos.
La larva de procesionaria no sobrevive por debajo de los 12 grados bajo cero y necesita que durante el día la temperatura en su nido supere los 9 grados y por la noche la ambiental no caiga por debajo de los 0 grados.
Las orugas son muy urticantes
El mayor problema de estos bichitos es que son muy urticantes y provocan muchos problemas en las personas y los animales. El mínimo contacto con los “pelillos” que la rodean produce una reacción alérgica muy molesta.
Sus principales víctimas suelen ser los niños y los perros, “por su enorme curiosidad e inocencia a la hora de tocar todo lo que se encuentran”.
Además, el viento es otro factor peligroso ya que puede expander los alérgenos de las orugas procesionarias lo que afecta sobre todo a los más sensibles, provocando rinitis o asmas”.