Aglutinan más del 70 % de los contenidos que circulan por todo el mundo: Facebook, Twitter y Google son las plataformas más utilizadas por los internautas para informarse. Las elecciones presidenciales en Estados Unidos (EEUU) de 2016 dejaron al aire sus vergüenzas. Pero los gigantes tecnológicos siguen sin aceptar nuevos requisitos de transparencia similares a los que regulan a otras vías de información como, por ejemplo, el sector de la televisión.
Esta semana los directivos de Facebook, Twitter y Google han tenido que pasar revista en el Senado de EEUU. Todavía quedan rescoldos de la interferencia de Rusia en la elección del último ocupante de la Casa Blanca. Las compañías, entonces, se comprometieron a luchar contra las fake news –noticias falsas-; sin embargo, la CNN descubrió en septiembre que una “granja de troleo” vinculada con el Kremlin, la Internet Research Agency, todavía distribuía contenidos cuestionables y destinados a interferir en la opinión de los ciudadanos estadounidenses.
Pero no todo se queda en “el país de las oportunidades”. La crisis en Cataluña también se mencionó en medio del debate en la Cámara Alta para atestiguar que las fake news siguen eludiendo el control de los gigantes tecnológicos. “¿Qué están haciendo para garantizar que las plataformas no están siendo utilizadas de una forma similar en todo el planeta para debilitar las democracias occidentales? ¿Y, en particular, con el ejemplo de Cataluña, están al corriente de lo que se está haciendo allí?”, dijo el senador demócrata Martin Heinrich a los representantes de Facebook, Twitter y Google.
Solo entre Google y Facebook se reparten el 80 % de los ingresos por publicidad digital en España. Las dos generan más de 1.100 millones de euros al año, una suma significativa si se compara con los cerca de 20 millones de euros que reciben las grandes cadenas de televisión nacionales por sus anuncios en Internet. Los beneficios publicitarios son aún más relevantes en el ámbito internacional.
Este es el motivo que ha llevado a los senadores estadounidenses -tanto a demócratas como a republicanos- a expresarles su preocupación y alarma por el poder que tienen sobre la opinión pública. No obstante, el único compromiso que obtuvieron en la sesión parlamentaria fue que “están revisando sus políticas de anuncios”.
¿Cómo pueden detectarlo?
Para Facebook, Twitter y Google es imposible diagnosticar cuándo un anuncio contiene información política interesada, a no ser que proceda directamente de una campaña electoral. Por ejemplo, si un usuario anónimo decide gastar 100 euros en difundir un artículo que habla bien o mal de un determinado candidato y lo dirige a los votantes de su vecindario; ¿cómo podrán estas plataformas detectarlo?
El procedimiento más viable sería verificar en tiempo real quién o quiénes invierten en la focalización de anuncios y sus intereses o delimitar las posibilidades de publicación a cuentas concretas. Pero este método reduciría drásticamente los ingresos publicitarios de las grandes plataformas tecnológicas. Hasta ahora solo han sido capaces de localizar los perfiles fake y eliminarlos, una vez que habían realizado el pago en sus arcas.
Las tres compañías han coincidido en que, a partir de 2015, cuentas relacionadas con Rusia comenzaron a explotar sus servicios para influir en las elecciones de 2016 mediante anuncios sobre asuntos polémicos, como por ejemplo el derecho a portar armas, con el objetivo de dividir a los estadounidenses. Sin embargo, no están dispuestas a perder su estatus quo en el sector de la publicidad digital.