Estados Unidos estaba perdiendo la carrera espacial con China. Si ya ganó a la URSS en la segunda parte del siglo XX, ahora el gigante asiático le había echado el guante. Sus planes para poner una estación propia en órbita y lanzar una misión a la Luna ha obligado a los estadounidenses a liberalizar el mercado espacial y dejar entrar al capital privado. Elon Musk, CEO de Space X, y Jeff Bezos, CEO de Blue Origin, quieren revolucionar la forma de viajar al espacio, además de convertirlo en un negocio muy lucrativo.
Ambas compañías -Space X y Blue Origin- han nacido bajo el manto de dos grandes conglomerados tecnológicos como Tesla Motors y Amazon. Sus propietarios están considerados auténticos gurús de la tecnología que se utilizará en el futuro. Por ejemplo, Financial Times asegura que el Tesla 3 podría superar en breve a fabricantes históricos de coches diésel como BMW y Volkswagen. Amazon, por su parte, está diversificando sus servicios hasta límites insospechables y ya se puede comprar casi cualquier cosa a través de su plataforma.
Tal es el dominio sobre la faz de la Tierra, que en los últimos años han enfocado el grueso de sus inversiones a los viajes espaciales y los resultados han sido asombrosos. Blue Origin ha conseguido aterrizar su cápsula New Shepard en tres ocasiones después de efectuar un vuelo de más de cien kilómetros. Pero la gesta de Space X es todavía mayor: su Falcon 9 es capaz de aterrizar milimétricamente sobre una plataforma marina.
Elon Musk anunciaba a finales de 2015 que su empresa había creado una nave espacial que regresaba y aterrizaba en la Tierra. Desde entonces, el Falcon 9 se ha convertido en un nuevo símbolo de la carrera espacial: era la primera vez que un cohete se posaba sobre la tierra sin sufrir ningún daño en su carrocería. Asimismo, el pasado 23 de junio volvió a repetir la hazaña y la astronave se plantó sobre una plataforma en el océano Atlántico, tras despegar el 14 de enero del Centro Espacial Kennedy en Florida.
Falcon 9 will experience its highest ever reentry force and heat in today»s launch. Good chance rocket booster doesn»t make it back.
— Elon Musk (@elonmusk) 23 de junio de 2017
¿Qué suponen estos avances?
La principal ventaja es evidente. No es lo mismo comenzar una misión espacial desde cero que reacondicionar y adaptar la nave para un nuevo cometido. El Falcon 9 ha costado cerca de 250.000 euros volverlo a poner en órbita, mientras que fabricar uno nuevo hubiese rondado los 16 millones de euros. “Estamos consiguiendo retos que muchas personas dijeron que eran imposibles”, ha subrayado Elon Musk al respecto.
Los resultados han sido tan satisfactorios que el CEO de Space X se ha propuesto acortar los tiempos entre viaje y viaje del Falcon 9, y otro reto todavía mayor: hace unos meses convocó a los medios de comunicación para informarles de que trabaja en un proyecto para que una persona pueda bajar a Marte por 200.000 euros. Una meta al alcance de muy pocos.
Orgullo estadounidense
La NASA no ha vuelto a efectuar un viaje al espacio en una nave estadounidense desde el año 2011. Todos los astronautas que han viajado a la Estación Espacial Internacional lo había hecho hasta ahora en naves rusas. No obstante, Elon Musk X ha anunciado que su compañía retomará las expediciones con tripulantes nacionales a partir de 2018.
La agencia espacial estadounidense encargó a Space X y Boeing la tarea en 2014. La compañía de Musk realizará una prueba con un vuelo no tripulado en febrero del año que viene y, si todo sale bien, comenzará a transportar astronautas en el mes de junio. Otro motivo para ser el orgullo de los ciudadanos estadounidenses.
Looking forward to launching @NASA astronauts to the International Space Station next year!https://t.co/qoLtTEP4L8
— Elon Musk (@elonmusk) 3 de agosto de 2017