Jesús Huertas nunca vio a José Parejo, el asesino de Ana Orantes, como un monstruo. Su cliente quemó viva a su mujer en diciembre de 1997, un caso que marcó un punto de inflexión en la lucha contra la violencia machista. “Pensé que era una persona que había hecho algo muy reprobable, pero no me plantee más”
Este letrado granadino, reconocido por su profesionalidad y dedicación, se enfrentó a un proceso de enorme crueldad y tuvo que asumirlo con la garantía y el empeño que se le presupone a un abogado que defiende. “Uno sabe que el cliente ha hecho una barbaridad, pero hay que dejarlo aparte y defenderlo. Es mi obligación”.
Huertas ha desempeñado el papel de abogado de defensor en casos de reproche social y condena pública antes del juicio. Como el asesinato de Ana Orantes, que semanas antes del crimen machista confesó en un programa de televisión el infierno que soportaba.
En este tipo de casos, o cuando hay un asesino confeso, el letrado sabe que no puede lograr una sentencia absolutoria: “Busco circunstancias atenuantes y combatir los agravantes. Es el trabajo de la defensa”, explica el abogado, que admite que ha soportado en ocasiones “incomprensión” por hacerse cargo de la defensa de maltratadores y asesinos. “Entiendo perfectamente que la violencia machista es un problema social, condenable. Pero el derecho de defensa es constitucional y alguien tiene que hacer este trabajo. Y cuando se asume, hay que defenderlo lo mejor posible. Yo no cubro trámites”.
Jesús Huertas ha oído mucho el dicho de que “los abogados penalistas están hechos de otra pasta”. Insiste en que se limita a desarrollar su actividad profesional con la mejor garantía, entrando en el fondo del caso y alejándose de la repercusión pública. Difícil, pero este abogado se impone como regla ser honesto consigo mismo y el cliente.
El caso de Ana Orantes lo vivió “con mucha intensidad” pero no se arrepiente en absoluto de su labor. “Profesionalmente significó mucho para mí y tuve delante a otro gran penalista, Pablo Luna. Me lo preparé de la mejor manera posible. Recuerdo que el hijo de la víctima me dijo ‘mi padre ha cogido a un buen abogado, pero nosotros aún mejor”. Tras este proceso, se originaron rumores, como que tuvo que llevar escolta por su seguridad. “Tengo que recordar que todo eso es mentira”.
Hasta hace poco decía que no había ningún caso que rechazaría defender. Ahora matiza. Tiene una hija de 13 años. “Igual me plantearía algún asunto que tuviera que ver con la libertad sexual de menores”.
Se siente satisfecho con su trayectoria profesional y remarca que un abogado defensor es mucho más que intentar que el cliente sea declarado inocente. Recuerda que no es lo mismo un homicidio (pena de entre 10-15 años) que un asesinato (20-25 años). “El cliente se juega muchos años de cárcel”.