El asma es una enfermedad crónica respiratoria que cursa con episodios de tos, falta de aire y ruidos respiratorios provocados por obstrucción bronquial.
“Esta obstrucción es característicamente reversible total o parcialmente, y el paciente puede estar temporadas sin desarrollar síntomas importantes. Sin embargo, es un error realizar el tratamiento antiasmático solo en los episodios de síntomas intensos, y, en general, un buen control de la enfermedad precisa de la realización de tratamiento de forma prolongada”, cuenta el doctor Julio Delgado, Presidente del Comité de Asma de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (SEAIC).
Para conseguir un control de la enfermedad, es preciso realizar un diagnóstico correcto de la causa que origina el asma: en más de la mitad de los asmáticos adultos y en el 80% de los niños el asma tiene un origen alérgico.
Tal y como apunta el doctor Delgado “ser alérgico es el factor de riesgo más importante para el desarrollo de asma. Los alérgenos más relacionados con el asma son los pólenes, ácaros del polvo doméstico, hongos del ambiente y los epitelios de animales como perro, gato, caballo y roedores, aunque la importancia de cada uno de ellos es variable geográficamente”.
Muchos pacientes asmáticos no conocen el papel causa-efecto que estos alérgenos juegan en su enfermedad. Sin embargo, la inhalación de pequeñas cantidades diarias de estos agentes es la forma ordinaria por la que aumenta tanto la inflamación como la hiper respuesta bronquial, que son las bases de la enfermedad asmática.
La identificación del alérgeno causante del asma facilita medidas terapéuticas eficaces como la evitación de dicho agente o el empleo de inmunoterapia en los casos en los que esté indicada. “Las vacunas son capaces de modular la respuesta alérgica y mejorar los síntomas respiratorios de estos pacientes. Estos aspectos del tratamiento deben completarse con fármacos (en su mayoría administrados por vía inhalatoria) para conseguir un control de la enfermedad que en la mayoría de los pacientes puede ser óptimo y permitir que el paciente asmático desarrolle sus actividades sin limitación”, concluye esta experto.
Las vacunas se aplican en aquellos niños con asma, rinitis, conjuntivitis, alergia a avispas o abejas y alergia al látex cuando los síntomas son frecuentes, incapacitantes o limitantes, con mala respuesta a los medicamentos o cuando evolucionan de manera desfavorable.
Las vacunas sublinguales, la novedad
Las vacunas sublinguales, aunque ya están en marcha desde hace algunos años, todavía no se han extendido. Sin necesidad de pinchar, este tipo de inmunoterapia es muy eficaz, pero el problema que tiene es que depende de las personas al ser oral y hay olvidos.
Este tipo de vacuna se suele recomendar fundamentalmente a personas que tienen miedo a las agujas, niños o personas con síntomas estacionales.
Su forma de administración consiste en un líquido, con la sustancia que nos da alergia, que se coloca debajo de la lengua. Normalmente se mantiene un par de minutos y luego se traga. En poco tiempo, dispondremos de este tipo de vacuna en forma de pastilla, que se disuelve en la boca. Lo cual, facilitará todavía más su administración.
Las vacunas sublinguales suelen ser muy bien toleradas, presentándose, en ocasiones, una intolerancia local, con picor en la boca, inflamación local leve o molestias digestivas. Las molestias digestivas suelen mejorar si la administramos después de haber comido algo. En el caso de que no se tolere, se necesita bajar la dosis, hasta aquella dosis que se tolera bien. Manteniéndose, a pesar de bajar la dosis, el beneficio en la mayoría de los pacientes.