Las orugas procesionarias son especialmente peligrosas para los animales domésticos. En concreto, y tal y como señala el veterinario Carlos Castilla, «la procesionaria, por alguna razón, atrae especialmente a los perros, que juegan con ella y se la llegan a meter en la boca. Si no se trata a tiempo, puede producir necrosis de los tejidos y quedarse, por ejemplo, sin parte de la lengua».
No es extraño que esto ocurra. Carlos Castilla señala que es un «problema de salud habitual» y que todos los años tienen algún caso. El perro que ha sido intoxicado por la oruga se muestra muy inquieto, saliva de manera desproporcionada, tiene la lengua hinchada, se roza el morro con las patas, intenta beber agua y no puede… Son alguno de los síntomas, ante los cuales hay que acudir urgentemente al veterinario.
El médico le suministrará al perro corticoides en vena que frenarán las secuelas. Si no se le lleva urgentemente, la inflamación de la lengua bajará, pero el daño ya está hecho, y probablemente se le necrosará el tejido afectado.