Hace ya a algunos meses, dedicamos esta cita semanal en las páginas de salud de Teinteresa al tema de los metales pesados que están suspendidos en el aire y que pueden afectar al organismo. Es decir abordábamos el problema de los contaminantes que podemos encontrar en el aire. Decíamos entonces que hoy se conoce que existen aproximadamente hasta 188 contaminantes en el aire potencialmente tóxicos. Estos contaminantes del aire pueden causar importantes problemas en la salud. Entre estos contaminantes se encuentran los metales pesados como son el plomo o el mercurio.
Era bien conocido desde hace ya muchos años que cantidades elevadas de estos metales pesados dentro del organismo podían producir un efecto conocido como saturnismo cuando estos metales pesados, fundamentalmente el plomo, afectaba al sistema nervioso. Pero el problema no es solamente la necesidad de grandes cantidades de metales pesados para provocar daño en el organismo. Existen múltiples evidencias en trabajos publicados en las mejores revistas científicas que demuestran como la exposición continuada a cantidades infinitesimales de metales pesados como el plomo producen hipertensión arterial. La forma en la que parece que el plomo produce aumento de la tensión arterial es mediante el daño que el plomo produce en las paredes de las arterias. La pared arterial tiene que formar una serie de sustancias para mantener el tono vascular normal, lo que se refleja en una tensión arterial normal. El plomo lo que produce es que afecta a la producción y a la acción de algunas de estas sustancias formadas y liberadas por la pared de las arterias. En concreto, el plomo reduce la capacidad de la pared de las arterias a formar un compuesto que relaja la pared arterial y que es un gas llamado oxido nítrico. Además, el plomo también modifica no solo la producción de este gas óxido nítrico, sino también su capacidad de acción como agente vasodilatador arterial. El plomo potencia también la formación de radicales libres por la pared de las arterias, lo que las provoca un daño funcional difícil de evitar.
Dentro de los contaminantes del aire, también podríamos incluir la contaminación acústica. El ruido puede interferir con el sueño, y por lo tanto con el trabajo y la productividad de las personas, pero también en casos extremos puede llegar a causar daños físicos y psicológicos incluido el aumento de irritabilidad. Un efecto evidente y conocido del ruido sobre la salud, es la afectación que puede ejercer sobre la capacidad de audición. La intensidad del ruido o del sonido se mide en decibelios. Los niveles de decibelios que se suelen alcanzar en una conversación normal están alrededor de 60 decibelios. Un ruido que produzca decibelios superiores a 120 puede perjudicar a la capacidad de audición.
Además de la contaminación del aire, existen otros tipos de contaminaciones que también afectan a nuestros órganos. Una de ellas es la conocida contaminación de las aguas y de sus ecosistemas.
Un problema de contaminación es la existencia de metilmercurio en algunos peces y bivalvos. El metilmercurio es una neurotóxina que se genera cuando el mercurio entra en algún animal acuático, y las bacterias que forman parte de ese animal acuático, semejante a las que también tenemos los seres humanos en nuestro organismo y de las cuales les hemos hablado alguna vez en Teinteresa, convierten el mercurio en metilmercurio. El metilmercurio es fácilmente absorbible por el ser humano. Este problema es más evidente en peces grandes, ya que los peces grandes al comerse a los pequeños dentro de su cadena alimentaria, van acumulando el metilmercurio dentro de su cuerpo. Por eso peces predadores, como el atún o el pez espada, podrían algunas veces contener cantidades mayores de metilmercurio que otros animales acuáticos.
Pero las fuentes de contaminación no solamente se circunscriben al agua y al aire. También en nuestros hogares podemos encontrar contaminantes. Son los que ahora se comienzan a llamar disruptores endocrinos.
Los disruptores endocrinos son sustancias químicas capaces de alterar el sistema hormonal y ocasionar efectos dañinos sobre la salud. Los expertos señalan que los disruptores endocrinos pueden producir efectos deletéreos sobre la salud a dosis muy bajas, incluso dosis por debajo de los límites que se permiten de forma legal en algunos productos. Esta forma de contaminación comienza a preocupar a la comunidad científica, y existen muchos grupos de investigación que están volcando sus esfuerzos en intentar conocer y delimitar los efectos biológicos reales de estos disruptores endocrinos.
Existen muchos compuestos que se han comenzado supuestamente a considerar como potenciales disruptores endocrinos. Se llaman disruptores endocrinos porque estos compuestos o sustancias químicas son similares en su estructura a las hormonas sexuales naturales como el estrógeno, y lo que harían sería interferir con las funciones normales de estas hormonas.
Entre estos supuestos disruptores endocrinos podemos encontrar compuestos presentes en envases y productos de plástico como sería el bifenol-A o los ftalatos.
También hay otros compuestos que no está claro aún si deberían ser considerados como disruptores endocrinos, pero que algunos trabajos científicos si los señalan como supuestos disruptores endocrinos. Un ejemplo podrían ser los parabenos contenidos en algunos antitranspirantes y cosméticos que sirven como inhibidores del crecimiento de bacterias, hongos y moho y son utilizados como conservadores y que algunas publicaciones científicas los señalan como potenciales responsables de aumentar el cáncer de mama.
A los disruptores endocrinos se les ha asociado con efectos deletéreos sobre el sistema reproductor masculino y femenino, sobre el sistema cardiovascular, trastornos del metabolismo (problemas sobre la obesidad y riesgo de diabetes) o alteraciones de tipo neurológico. Un buen ejemplo de la preocupación creciente generada sobre el efecto que estos disruptores endocrinos pueden tener sobre la salud es que n varios de los programas de ayudas de Investigación de la Unión Europea se contempla la necesidad de la investigación de estos disruptores endocrinos. Además, diversos países europeos como Francia, Dinamarca o Bélgica han prohibido la inclusión de bifenol-A en envases de alimentos infantiles. En Dinamarca también se prohibió el uso de cuatro tipos de ftalatos (compuestos utilizados como plastificadores) en cortinas de baño, manteles y otros productos de consumo.
Dice la historia que probablemente los griegos pobladores de la Grecia antigua fue el primer pueblo preocupad por la calidad del agua. Los griegos utilizaban embalses de aireación para la purificación del agua.
El derecho romano contemplaba la regulación de muchas actividades para que no tuvieran el impacto contaminante que ya entonces se sabía que tenían. Los romanos decidieron trasladar a todas las lavanderías y tintorerías romanas más allá de río Tíber para evitar su contaminación. En las tintorerías de la antigua Roma (llamadas en latín fullonicae) se hacían tintes, se lavaba y secaba ropa. Para teñir la ropa, se empleaban pigmentos procedentes de plantas y de algunos tipos de marisco.