El sueño juega un papel más importante de lo que se imaginaba en la regulación del sistema inmunológico. Dormir mal, padecer insomnio o sufrir cualquier otro trastorno relacionado con el descanso podría tener un impacto muy negativo sobre la eficacia de las vacunas. Al menos así lo afirma un estudio presentado en la publicación Sleep, realizado por expertos de la Universidad de California (Estados Unidos), que a su vez es el primero efectuado fuera de un laboratorio del sueño.
Los investigadores han analizado a 70 mujeres y 55 hombres en sus respectivos hogares, que habían sido tratados contra la hepatitis B, y han medido los niveles de anticuerpos antes y después de las inyecciones de antibióticos.
De esta manera han conseguido demostrar que las personas que durmieron una media de menos de seis horas cada noche fueron mucho menos propensas a desarrollar respuestas de anticuerpos a la vacuna y, por lo tanto, fueron más propensas a no ser protegidas por la misma que las personas que dormían más de siete horas en promedio.
Las conclusiones a las que se ha conseguido llegar es que la duración del sueño está directamente vinculada a la respuesta inmune de la vacuna. De este modo según los investigadores, dormir menos de seis horas confiere un riesgo significativo que reduce la eficacia de las inyecciones de antibióticos, por lo que recomiendan dormir entre siete y nueve horas por noche.