En 1644 la ciudad de Beijing cayó en manos de los invasores procedentes de Manchuria, que habían estado marchando hacia China desde años atrás. Las tropas de Khan Dorgon, señor de los manchúes, allanaron la Ciudad Prohibida, el palacio imperial, y el emperador chino Chongzen, de la dinastía Ming, que no quería rendirse al enemigo, se suicidó.
Khan Dorgon proclamó a su sobrino como el nuevo emperador de China con el nombre de Shunzhi. Así comienza la dinastía Qing, que mantuvo el poder hasta 1912.
Los supervivientes de la dinastía Ming huyeron hacia el norte y se establecieron en Nanjing, donde fueron capaces de reorganizar su corte. En esta nueva sede, la emperatriz Wang se convirtió al cristianismo gracias a la predicación de varios padres jesuítas.
El prestigio de la emperatriz abrió la corte a la nueva religión: Wang, como católica, asumió el nombre de Elena, como homenaje a la madre de Constantino el Grande (306-339 dC), primer emperador romano cristiano. Del mismo modo, su hijo Yongli, después de haber abrazado la fe cristiana, tomó el nombre de Constantino.
La emperatriz viuda, Elena, escribió a Inocencio X en 1650, informando al Papa sobre su conversión y la de su hijo, el emperador Constantino-Yongli. Sin embargo, el mensaje imperial, que data del cuarto año, la décima luna, y el undécimo día del reinado de Yongli (04 de noviembre 1650), sólo llegaría a Roma a finales de 1655, en las manos de un padre jesuita.
La carta forma parte de los Archivos Secretos del Vaticano. Se conserva en un tubo de bambú bordado en oro con adornos de tinta negra sobre un fondo dorado donde está dibujado el dragón, emblema del imperio.