Se trata de una composición bastante completa, ya que su estudio iconográfico es de los más bonitos de la Semana Santa lagunera. Un paso procesional que data del año 1664 y que está colocado de una forma perfectamente simétrica, dando la sensación de un gran estatismo y al igual que el de Garachico e Icod de los Vinos, son obras de Antonio de Orbarán, quien recibe por su trabajo 2.400 reales. Fue encargado por Luis de Mesa y Castilla, Miguel de Ribas y Juan Ortiz, todos ellos cofrades de la Hermandad del Santísimo de la antigua iglesia de los Remedios en el citado año.
El conjunto aparece presidido por la figura de Cristo, quien ha sido representado en el momento de bendecir el pan. Los Apóstoles se agrupan en torno a él y cada uno de ellos adopta diferentes posturas. Todas las figuras son de vestir y, en general, son bastante hieráticas y un tanto inexpresivas, salvo las esculturas de Pedro, Santiago y Juan, las cuales debido a su deterioro, fueron talladas nuevamente en el siglo XVIII por el escultor y pintor Rodríguez de la Oliva, aunque hay quien apunta que fueron realizadas estas tres imágenes por el Gran Canario Luján Pérez; obras que contrastan con el resto, comprobándose esa tosquedad en imágenes como la de Judas. Las primeras presentan unas cabezas más enérgicas y mejor trabajadas, las restantes son prácticamente iguales y, salvo por sus posturas, parecen copiar un mismo modelo, además retocó el Cristo que preside la mesa como lo hiciera recientemente Ezequiel de León, pasando de estar sentado a encontrarse de pie, ganando el paso en armonía. Una imagen la de Cristo que se le representa en el momento crucial de la bendición del pan.
Como dato curioso hay que decir que todos los años las imágenes de este paso se guardan en las distintas casas de los hermanos de la Hermandad del Santísimo, a excepción de la escultura de Judas, que se quedaba en la iglesia. Ante esta situación, se optó por la mejor solución y era que la persona que se llevaba el Cristo también se llevaría a Judas.