El Papa Francisco no deja de sorprender. Después de acariciar a los enfermos, enviar dinero a los jubilados o ayudar a los inmigrantes, ahora la nueva tarea del Papa podría ser salir de incógnito del Vaticano para distribuir limosnas entre los pobres.
Según apunta el diario »The Huffington Post» «los guardias suizos confirmaron que el papa se ha aventurado a salir por la noche, vestido como un sacerdote regular, para reunirse con hombres y mujeres sin hogar».
El papa se aventuró a salir sin avisar cuando era arzobispo de Buenos Aires. Salía a escondidas por las noches para entregar pan a personas sin hogar, a veces se sentaba con ellos en la calle y comía para demostrar que eran amados por Dios, informa »The Telegraph», y puede ser que siga haciéndolo siendo pontífice.
Todo surgió tras una entrevista a Konrad Krajewski, un arzobispo y confidente de confianza del papa Francisco, que es el »Limosnero» del Vaticano, la persona que se dedica a la asignación de parte de la vasta riqueza de la Santa Sede a los pobres y marginados. En una reciente entrevista con el portal uCatholic el arzobispo Konrad Krajewski dijo: «Cuando le digo »Voy a salir a la ciudad esta noche», hay riesgo constante de que irá conmigo». Además, y él simplemente sonrió y agachó la cuestión cuando los periodistas le preguntaron a quemarropa si el papa lo acompañó a la ciudad.
Pero la nueva tarea de Francisco no es nueva. Se conocen historias sobre el papa Juan XIII que salía a escondidas para disfrutar de la belleza de Roma por la noche. También hay informes que dicen que el papa Pío XII se vestía como un franciscano durante la Segunda Guerra Mundial para ayudar a pasar el contrabando a la población judía de Roma.
Un Papa incógnito
Francisco llegó al pontificado con las ideas muy claras. Mientras los fieles veían el humo blanco salir de la chimenea de la Capilla Sixtina, el maestro de ceremonias le ofrecía al nuevo Papa la tradicional capa roja ribeteada con armiño, la cual usaba feliz su predecesor, Benedicto XVI, para las ocasiones ceremoniales.
“No gracias, monseñor”, cuentan que dijo. “Se acabaron los tiempos del carnaval”. Una frase concluyente del nuevo estilo papal.
En las primeras 48 horas de pontificado, Francisco le dio al mundo una señal bastante clara de cómo será tener, por primera vez en la historia, a un jesuita liderando los 1.200 millones de católicos en el mundo.
“La palabra más repetida en las ruedas de prensa del Vaticano es “sencillez, sencillez, sencillez”. Ese es el carácter oficial con que El Vaticano presentaba al nuevo Papa”, explica desde Roma Pablo Esparza, enviado especial de BBC al Vaticano.
Una hora después de su elección, el nuevo Papa se escabulló del Vaticano en un coche camuflado. Quería rezar y agradecer en la misma basílica romana donde el fundador de su orden, Ignacio de Loyola, alguna vez rezó.
Tras la visita le pidió al chofer del coche que hiciera una parada en el hotel clerical del centro de Roma donde se había quedado antes del cónclave. Quería pagar la cuenta y recoger su equipaje.
Al día siguiente, Francisco una vez más abandonaba el Vaticano de incógnito para visitar a un amigo enfermo en el hospital.
Otro de los momentos clave ocurrió cuando el Sumo Pontífice abrió los sellos del departamento papal, en el Palacio Apostólico, para tomar posición de su nuevo hogar. Mientras funcionarios del Vaticano se inclinaban en una reverencia y el arzobispo George Gaenswein, secretario del retirado papa Benedicto XVI y amo de la casa papal, buscaba el interruptor de la luz, Francisco permanecía inmóvil en la oscuridad, observando la escena.