José Ignacio Ureta es un niño feliz, corre, ríe, salta, juega con sus amigos, va al colegio y estudia y tiene una sonrisa permanente en la cara. José Ignacio es un pequeño chileno, vive con sus padres y el resto de sus hermanos en Santiago de Chile que se curó milagrosamente por la intercesión de Don Álvaro del Portillo, prelado del Opus Dei, pues su familia pidió por su salvación, pidió que intercediese para salvar la vida del pequeño.
El pequeño José Ignacio demostró su fortaleza desde pequeño, pues era solo un bebé recién nacido cuando salio adelante y consiguió vencer a una serie de dificultades relacionadas con complicaciones en su hígado y también en su corazón. El pequeño fue diagnosticado de un onfalocele, es decir, una hernia a nivel umbilical y una «tetralogía de Fallot», una combinación de cuatro defectos cardíacos que provoca que la sangre oxigenada se mezcle con la que no lo está.
José Ignacio fue operado por los médicos en un hospital en Santiago de Chile, hace diez años en 2003, esta operación tenía fines paliativos, y el resultado fue bueno, pero unos días más tarde la vida del pequeño empezóm a pasar por una serie de dificultades, sufrió una insuficiencia cardíaca aguda seguida de un paro cardíaco que hacía prácticamente imposible que el niño pudiera sobrevivir a esta situación. Su madre aún recuerda cómom se sentía en estos momentos tan duros: «Cuando me dijeron que se estaba muriendo perdí la noción de mi cuerpo, me dije, aquí hay algo que no viene bien».
No obstante tanto su abuela materna como la propia madre confiaban en la intercesión de Don Álvaro del Portillo, de hecho durante el embarazo había estado rezando por que todo saliera bien y frecuentemente utilizaba una estampita de él mientras realizaba sus oraciones.
Susana Wilson, la madre del pequeño José Ignacio, recuerda emocionada cómo rezaba por que la vida de su hijo saliera delante: «Me acuerdo de haberle pedido, ayúdame, tú sé que me estás ayudando«. «Lo último que que perdí con mi hijo es la esperanza, le pedí a Dios que hiciera la útlima parte del trabajo y estoy convencida de que lo hizo a través de Don Álvaro», relata fervorosamente Susana Wilson.
El padre del pequeño, Javier Ureta, ha explicado, en una rueda de prensa celebrada este viernes, que él sí que tenía más miedos, que no estaba seguro de que la vida de su hijo fuera a salir adelante, pero cuenta que «Don Álvaro es una imagen de vida» y que «este milagro nos hizo reflexionar de que Dios quiere lo mejor para nosotros».
Tras las complicaciones que sufrió el pequeño José Ignacio, y sin ningún tipo de expliación científica tal y como relataron los profesionales que se encargaron de su tratamiento, la salud del niño comenzó a mejorar progresivamente. Tanto es así que ni siquiera localizaron daño cerebral ni secuelas graves, nada. José Ignacio consiguió salir de estas complicaciones ileso, sin ninguna secuela grave. Uno de los médicos que le trató asegura incluso que «yo no soy una persona que tenga una puerta muy abierta a la fe, pero esto puede que haya hecho que lo haya visto de otra manera».
Ante el hecho extraordinario de la curación del niño, el Cardenal Arzobispo de Santiago de Chile decretó que se iba a llevar a cabo una investigación para declarar si se había producido un milagro y convocó a un tribunal para ello. El caso pasó por una serie de expertos y teólogos consultores e incluso fue supervisado por por el Consejo de Médicos de la Congregación de las Causas de los Santos, dos fueron sus conclusiones: no había habido daño neuronal porterior a la parada cardíaca y el niño neonato había conseguido sobrevivir.
El Santo Padre Francisco, decretó, tras las evidencias aportadas por los expertos, que se produjo un milagro obrado por Dios a través de la intercesión de Don Álvaro del Portillo.
«Un niño al que se le trata con normalidad»
La madre del pequeño José Ignacio ha asegurado que la milagrosa curación de su hijo hizo que se unieran más como matrimonio y que se animasen a seguir los preceptos y las enseñanzas del Opus Dei. Susana Wilson dice que su hijo no recibe un trato diferente, con respecto a sus otros hermanos. Dice que, aun así, «hay un sentido de lo sobrenatural porque ha sido parte de un milagro«.
El matrimonio chileno está formado por Javier, ingeniero agrónomo que ahora se de dedica a la enseñanza y Susana, periodista de profesión que actualmente se dedica a la enseñanza del castellano.
Wilson está convencida de que las dificultades que sufrió su hijo le ayudaron a fortalecer a su familia y a su matrimonio, «éramos un matrimonio de misa de domingo, pero lo que le pasó a José Ignacio cambió nuestra vida, nos unimos más como matrimonio, el santo ya nos hizo un gran favor».
Este fin de semana la familia de José Ignacio junto con el pequeño acuden a Madrid con motivo de la beatificación de Don Álvaro del Portillo. En la misa el niño portará una de las reliquias del religioso madrileño y también una lista de acción de gracias para aquellas personas que ayudaron con sus oraciones a obrar su curación.