Un discurso fundamentado en la oración. Así han sido las primeras palabras del Papa Francisco I tras salir al balcón de San Pedro, después de que la fumata blanca del Vaticano llenara de alegría al mundo.
Lo primero que ha hecho el nuevo Papa ha sido pedir una oración pro su predecesor, Benedicto XVI, y ha rezado un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria. Después, ha apelado a la necesidad de rezar individualmente por cada uno, y «los unos por los otros». Antes de impartir la bendición »urbi et orbi», ha pedido, en un acto de confianza, «un favor»: que igual que él iba a rezar por los fieles, le imploraran ellos a Dios por él.
Y se ha despedido, también, con una simple petición de oración: «Rezad por mí». Una llamada profunda a la oración, un avance de la espiritualidad de este nuevo Papa que fundamenta su vida en esta oración que ha pedido con tanta insistencia a la Iglesia. Y no sólo oración vocal; también oración personal, ejemplificada en uno de los momentos del discurso, cuando el Papa se ha inclinado para rezar en silencio.
Pero también Francisco I ha esbozado el segundo gran eje de su pontificado: la evangelización de la Iglesia. Algo que continúa la línea evangelizara de Benedicto XVI y la vuelta a esa misión fundamental de la Iglesia y de sus fieles: el anuncio del Evangelio al mundo entero.
Las palabras del Papa
Francisco I, recién nombrado Papa, apareció en el balcón de San Pedro y en el saludo a los fieles lo primero que pidió fue unirse en oración con todos los presentes: primero, por Benedicto XVI; después, los unos por los otros; y para terminar, y en dos ocasiones, por él.
Las primeras palabras del nuevo Papa: «Hermanos y hermanas, buenas tardes, como sabéis el deber del cónclave era dar un obispo a Roma, y mis hermanos cardenales se han ido a cogerlo casi al fin del mundo. Y aquí estoy. Les agradezco la acogida, lo primero de todo quiero hacer una oración para nuestro Papa Emérito Benedicto XVI, rezamos todos juntos por él, para que el Señor le bendiga y la Virgen le cuide». Y ha rezado un Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria.
Y ha continuado: «Comenzamos este camino, obispo y pueblo, este camino de la Iglesia de Roma, que es la que preside la caridad de la Iglesia, un camino de fraternidad, de amor, de fidelidad entre nosotros. Recemos siempre por nosotros, el uno por el otro, recemos por todo el mundo, para que sea una gran fraternidad. Y deseo que este camino de Iglesia que hoy comenzamos, en el que me ayudarán mis cardenales vicarios, sea fructífero para la evangelización».
Antes de la bendición »urbi et orbe», el nuevo Papa ha pedido a los fieles que recen por él: «Antes, quiero pediros un favor, antes de que el obispo bendiga al pueblo, os pido pidáis por mí al Señor para que me bendiga, la oración del pueblo, pidiendo la bendición de su obispo». Y ha ha pedido unos momentos de silencio.
Y se ha despedido con un «gracias por la acogida, rezad por mí. Mañana voy a ir a rezar a la Virgen para que custodie a toda Roma. Buenas noches y buen descanso».